Nos deja la pandemia, pero no encontramos la paz y la tranquilidad. Por si  fuera poca la incertidumbre de los soldados rusos en la frontera de Ucrania, prendemos y activamos querellas y guerrillas partidistas y fraternales en España, que nos llenan de perplejidad y desazón a los ciudadanos. El clima político esta grueso, irrespirable, como la calima sahariana. Vemos imposibles los pactos y acuerdos que necesitamos para salir de la crisis y lograr soluciones a los problemas económicos y sociales que hunden en la pobreza a tantas personas. Más de 2 millones de jóvenes en paro y once en pobreza severa. Cifras escalofriantes. Como para andar con cordones sanitarios, exclusiones, mentiras, descalificaciones y luchas inconfesables de poder. Se tira por tierra la mejor definición de política: “Es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”. De la crispación estamos pasando peligrosamente a la polarización, abriendo una grieta entre dos polos, dos bandos opuestos que nunca se encuentran, resucitando tendencias tribales impropias de políticos responsables y arrastrando con ello al  enfrentamiento de la ciudadanía que desea y  exige la moderación. Lo vemos en el Parlamento, lo acabamos de comprobar en las elecciones de Castilla-León.

El papa Francisco, en la encíclica “Fratelli tutti”, observa que “La política ya no es una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino solo recetas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz”. Mejor que esa memoria histórica o democrática que quieren imponer en la enseñanza secundaria y bachillerato, sería más educativo el estudio de este documento que ha tenido tanto impacto. Busca promocionar la fraternidad y la amistad social. Necesarísimas para vivir en paz y progresar en la convivencia.

Con este panorama puede resultar escandaloso, locura,  lo que nos dice Jesús en el Evangelio de San Lucas el próximo domingo: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os  odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian”. ¿Le llevamos la contraria a los políticos?