La Palabra en el Tiempo 114.

Crece cada día el rechazo y la indignación por las reformas y nuevas leyes
que afectan la vida ética y moral de la ciudadanía como la tristísimamente
famosa del “sí es sí”, (¡vaya nominación!). oficialmente “Ley de Libertad
Sexual” que ha sacado tantos violadores a la calle o disminuido sus penas;
o la ley “trans” que permite ya a los adolescentes cambiar de sexo y que
aplicada en otros países está en retroceso. A estas dos, hay que sumar la
ley de Protección Animal. Comparada con la última del aborto, deja
patidifuso, porque se protege más al animal que al “nasciturus”, al niño en
gestación. Lo positivo de esta situación es que se vuelve a recuperar el
valor de la ética y la moral tan olvidadas y minusvaloradas. No cuentan
para un gobierno autodenominado “progresista”, calificativo engañoso.
Pero le están haciendo templar y asomando al peligro, estas estas leyes de
ideologías trasnochadas y totalitarias.
Sin una ética y moral compartida la vida social se volvería salvaje y nos
regiríamos por la ley de la selva. Las personas y los pueblos, por una
predisposición natural y por la experiencia vivida, vamos distinguiendo lo
bueno de lo malo. Sabemos que matar, mentir, robar… es malo. Y que dar
a cada uno lo suyo, respetar, decir la verdad…es bueno y nos hace felices
y podemos ayudarnos, cuidarnos y compartir los bienes y la vida.
Así se van forjando los valores humanos y los virtudes y fustigando y
denunciando los vicios y las maldades. Nuevos grupos y partidos padecen
la pulsión del esnobismo. Censuran y desprecian el pasado y se creen
iniciadores de una nueva antropología. La realidad los delata.
El próximo domingo encontramos en el evangelio de San Mateo
recomendaciones de Jesús que nos vienen como anillo al dedo. Toca
cuatro preceptos o mandamientos que vienen avalados por la vida y
tutelados por un pueblo que ser fiel al Dios creador: “ No matarás, no
cometerá adulterio, no repudiaras a tu mujer, no jurarás en falso”. Nos
advierte que todo mal comienza en el corazón del hombre. ¡Qué
importante es el corazón y qué poco lo cuidamos!

Palabras con Silencio. 28

El calificativo más frecuente de este nuevo año 2023 es el de “año electoral”. Lo
venimos oyendo desde hace tiempo. Pronto estaremos convocados a depositar
nuestro voto para elegir dirigentes responsables de las alcaldía, comunidades
autónomas y, antes de finalizar el año, para el gobierno general de la nación. Se
buscan políticos capacitados. La política es tan importante que exige líderes
preparados porque se puede llevar a los pueblos a la prosperidad y buena
convivencia o al desastre y el enfrentamiento. Ejemplos no faltan. Estamos
atravesando una etapa de la que todos los análisis constatan una preocupante
degradación de la política. Abundan en ella personas poco o mal preparadas,
con intereses bastardos, que buscan más imponer ideologías superadas que
servir al bien común. El mismo Parlamente ha perdido calidad en los debates, se
aleja de la realidad ética y social en la leyes que promulga y se mantienen
alianzas espurias que buscan mantener poderes más que resolver los problemas
de la vida real cada vez más graves y acuciantes. Romper el consenso de la
transición es paranoico e imperdonable.
Si miramos a la Iglesia, también tenemos que reconocer que peregrina con
dificultades, a causa de los problemas y situaciones de pecado que cometen
algunos miembros cualificados; y por la incertidumbre y dificultad de encontrar
formas y estilos de anuncio del Evangelio que incidan en la cultura y en la
mentalidad actual. Ahora en homilías de diez minutos. Somos muy
conservadores y poco misioneros. Nos encerramos más que salimos. Como en
otras épocas históricas de crisis oscuras de la iglesia, estamos esperando esos
santos que iluminados por el Espíritu sepan señalar nuevos caminos. Es posible
que los tengamos entre nosotros y no los queramos ver y seguir. Entre ellos
puede contarse al papa Francisco.
Como siempre, porque es la Palabra Viva, no caduca y del pasado, el evangelio
de San Mateo del próximo domingo, después de las bienaventuranzas, hoy
añade que tenemos que ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”. Puede parecer
pretencioso. Pero son metáforas muy expresivas. Basta con un poco de sal para
que los alimentos tengan más sabor. Mucha la prohíben los médicos. Y basta
con un poco de luz para seguir el camino y no tropezar. Encender, ¡lo
necesario!, sin relumbrones, que está muy cara. Lo peor es lo nos puede pasar:
que la sal se vuelva sosa y que pongamos la luz “debajo del celemín”, del cesto.
Sí, esto es lo que nos pasa.
Javier Gómez Cuesta

La Palabra en el tiempo 113.


Uno de los calificativos que se está dando a este nuevo año 2023 es el de
“año electoral”. Lo venimos oyendo desde hace tiempo. Nos veremos
convocados a depositar nuestro voto para elegir dirigentes responsables
de las alcaldía, comunidades autónomas, y, antes de finalizar el año, para
el gobierno general de la nación. Se buscan políticos. Estamos atravesando
una etapa de la que todos los análisis constatan que atravesamos una
degradación de la política. Abundan en ella personas poco preparadas,
con intereses bastardos, que buscan más imponer ideologías superadas
que servir al bien común. El mismo Parlamente ha perdido calidad en los
debates, se aleja de la realidad ética y social en la leyes que promulga y se
mantienen alianzas espurias que buscan mantener poderes más que
resolver los problemas de la vida real cada vez más graves y acuciantes.
Si miramos a la Iglesia, también tenemos que reconocer que pasa por un
momento bajo, a causa de los problemas y situaciones de pecado que
sufre y por la incertidumbre y dificultad de encontrar una forma y un
estilo de anuncio del Evangelio que incida en la cultura y en la mentalidad
actual. Somos muy conservadores y poco misioneros. Nos encerramos
más que salimos. Como en otras épocas históricas de crisis oscura de la
iglesia, estamos esperando esos santos que iluminados por el Espíritu
sepan señalar nuevos camino. Es posible que los haya, que los tengamos
entre nosotros y no los queramos ver y seguir.
Como siempre, porque es la Palabra Viva, no caduca y del pasado, el
evangelio de San Mateo del próximo domingo, después de las
bienaventuranzas, hoy añade que tenemos que ser “sal de la tierra” y “luz
del mundo”. Nos puede parecer pretencioso. Pero son metáforas muy
expresivas. Basta con un poco de sal para que los alimentos tengan más
sabor. Mucha la prohíben los médicos. Y basta con un poco de luz para
seguir el camino y no tropezar. Encender, ¡lo necesario!, que está muy
cara. Lo peor es lo que nos puede pasar: que la sal se vuelva sosa y que la
luz la pongamos “debajo del celemín”, del cesto. Es posible que esto es lo
que nos pasa.

La Palabra en el tiempo 112

A boy with a ball of the world or planet Earth in his hands. Ecology concept

Dura mucho tiempo la situación política de hostilidad, enfrentamiento
y desavenencias, creando un clima social inhóspito donde la ciudadanía
manifiesta ya un cierto hartazgo. Cada día aumentan los disensos y las
acusaciones, y el resquebrajamiento de las instituciones democráticas que
sostienen al Estado de derecho que van perdiendo confianza y
credibilidad. Aumenta ostensiblemente el alejamiento y el desentenderse
de las informaciones políticas como se comprueba el bajón de audiencia
de los telediarios. La política ha dejado de ser esa noble actividad por el
bien común por su obscena inclinación a la codicia, a la dominación, el
engaño mentiroso y la corrupción.
Es necesaria una reacción pronta y manifiesta de todos los ciudadanos. Se
echaba en falta también una palabra de la Iglesia porque están en juego
valores éticos y morales muy importantes y una más sana y digna
concepción de la persona. La Conferencia Episcopal acaba de publicar el
documento: “El dios fiel mantiene su alianza”. Con él pretende despertar
la necesidad de los consensos y el debate y dialogo sobre los problemas
actuales que afectan a la dignidad de la persona, el valor y respeto de la
familia y estimular la reivindicación social por el bien común, de todos. Es
una llamada a la “amistad social” de la habla el papa Francisco en la
“Fratelli tutti”. Hay que volver a revindicar el viejo eslogan de que “La
unión hace la fuerza”. La división y el enfrentamiento destruyen y
arruinan. Y lo pagan siempre los más necesitados.
El próximo domingo es la Jornada de La Palabra de Dios, para nosotros la
Palabra que ilumina la vida. San Mateo nos dice que con Jesús “El pueblo
que vive en tinieblas vio una gran luz”. Que inicia su misión haciéndonos
una llama a la conversión, al cambio de corazón, del odio y el rencor a la
bondad y el amor. Acaba contando que buscó colaboradores para
construir ese mundo distinto donde prime la humanidad y nos tratemos
con dignidad. Hoy esto es necesario y urgente.

Palabras con silencios 27

Persiste demasiado tiempo una situación política de hostilidad y
enfrentamientos que acaba creando un clima social de convivencia desabrida e
inhóspita de la que la ciudadanía manifiesta ya un cierto hartazgo. Cada día
aumentan los disensos y denuncias en los grupos políticos y se resquebrajan
deliberadamente las instituciones democráticas que sostienen el Estado de
Derecho. Aumenta considerablemente el desinterés por el noticiario político
que se patentiza en el bajón de la audiencia de los telediarios, sobre todos los
públicos o gubernativos, que han perdido su credibilidad. La política está
dejando de ser esa noble actividad por el bien común para acabar siendo “solo
recetas inmediatas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el
recurso más eficaz”, un juego mezquino de descalificaciones y engaños
mentirosos. Suspiramos por políticos de altura que acometan la resolución de
los problemas y no autócratas ávidos de poder que imponen ideologías
trasnochadas o desnortadas. “Los jóvenes europeos no creen en los políticos”,
leo en un informe basado en el Eurobarómetro. No resulta extraño.
Se reclama una reacción pronta y severa de los ciudadanos. Se echaba en falta
una palabra de la Iglesia porque están en juego valores éticos y morales y la
misma convivencia. Por fin alzó su voz con el documento: “El Dios fiel mantiene
su alianza”. Esta vez, no se trata de un texto doctrinal o pastoral. Es un estilo
nuevo. Es una invitación a la reflexión que se ofrece a la iglesia y a la sociedad
en este momento crítico y grave para, en dialogo y escucha de los otros, debatir
y reflexionar sobre los problemas a los que nos enfrentamos. Es una urgente
llamada a la participación. Hay que bajar de los balcones a la calle. Está escrito
en esa clave acertada y didáctica basada en el método de “ver, juzgar y actuar”.
Aborda el aborto, el divorcio, el matrimonio homosexual, la experimentación
con embriones humanos, la gestación subrogada, la transexualidad…y sus
legislaciones actuales que las juzga contrarias a la razón, a la naturaleza y la
vida misma. Trata también los retos de la revolución tecnológica, la crisis
demográfica, el arrinconamiento de los mayores, la acogida de los migrantes.
Busca consensos para lograr el bien común. Y basa todo el escrito en la persona,
la familia y la sociedad y su estrecha y vital relación entre ellas.
Me queda la preocupación de saber si esta semilla “evangélica-social” que cae
en una tierra tan árida podrá germinar y ser cultivada por una iglesia necesitada
de fuerzas y coraje y una sociedad que necesita despertar y tomar conciencia de
su protagonismo. Es la hora de la reflexión y poner la mano en el arado.
Javier Gómez Cuesta

Palabras con silencios 26

La verdad en minúscula de Gäsnswein
Este jueves acaba salir el libro tan anunciado del secretario particular y singular
del papa Benedicto XVI que acaba morir. Mucha prisa en sacarlo a luz y con un
título provocativo: “Nada más que la verdad. Mi vida junto a Benedicto XVI”. No
pienso leerlo. Por los adelantos que voy encontrando en periódicos y revistas,
me parece superficial. Es más, creo que no le hace ningún favor al papa
emérito. Está entorpeciendo otros comentarios sobre el gran intelectual
alemán. Prefiero gastar ese tiempo en leer algunas de las páginas brillantes del
gran teólogo de nuestro tiempo Joseph Ratzinger que, entresacadas de sus
numerosos escritos, se publican en otro libro reciente, “Dios siempre nuevo”,
que prologa Francisco. Allí dice que “Benedicto XVI hizo teología de rodillas”,
como la hicieron los grandes teólogos, como San Agustín, San Buenaventura,
Santo Tomás… Es la postura y actitud para entrar en el misterio de Dios.
Llama la atención el que una persona tan seria, aunque sencilla, tan dedicada a
misiones importantes, haya elegido un secretario que repetidas veces dio lugar
a comentarios discordantes. Digo esto haciéndome eco de los que yo oía
comentar por Roma.
Por los adelantos, me da la impresión de que el libro es más bien sobre él y su
frustración de llegar más arriba, la tentación de todo curial, que de engrandecer
a Benedicto. La situación más “sensacionalista” es la de la publicación del libro
del cardenal africano Robert Sarah, “Desde lo profundo de nuestros corazones”,
muy crítico con la posible ordenación de los “viri probati” (casados sacerdotes),
tema tratado en el sínodo de la Amazonía y la abolición del celibato, al que
pretendió sumar como coautor al emérito Benedicto, de la que es difícil salvar la
colaboración de Gänswein en el desafuero. Según cuenta él, el mismo papa
Francisco le apartó del ejercicio de la misión de Prefecto de la Casa Pontificia
manteniéndole el nombramiento.
Andar sacando estos chismes es poco evangélico. Todo parece un despecho. Esa
“verdad” es muy subjetiva y personal. Las informaciones serias afirman que
entre Ratzinger y Benedicto hubo una muy buena relación. Escritos como el del
secretario alemán distorsionan y sirven para mantener esos fantasmas que
quieren ver algunos en el Vaticano. Me queda el temor que el que más dañado
sale es Benedicto. Francisco quiere ser transparente y habla siempre con
naturalidad, que a algunos no gusta. Prefieren un papa más divino.
Javier Gómez Cuesta

La Palabra en el tiempo 111

Es evidente que estamos conviviendo en una sociedad muy permisiva. La
comparación con la educación que se recibía hace treinta años con la que está
vigente ahora es muy diferente. La de antes de apoyaba sobre todo en la
exigencia y en la disciplina, la de ahora en la libertad y en la conveniencia
personal. Tiene repercusiones en la formación de la personalidad y en la
relación familiar de los padres con los hijos. Valores como el esfuerzo, el
trabajo, el sacrificio, la fuerza de voluntad… , apenas se inculcan y están
olvidados, aunque los que los practican son los que triunfan y salen adelante. Y
en la familia cada vez es más tensa, sobre todo en la adolescencia, la relación
familiar y son frecuentes los enfrentamientos de los hijos con los padres,
esgrimiendo su autonomía y reforzados por aventuradas teorías sicológicas.
Lo padecemos en la vida social y política con los nuevas leyes tildadas de
progresistas, que quiebran toda ética y moral y que propugnan los populismos
e ideologías libertarias. Algunas van hasta contra el sentido común y tienen
como eslogan aquel “prohibido prohibir” del mayo francés del 68.
Se va extendiendo el engaño de que el mal no existe, que es una creación de las
religiones. Lo que no se puede negar es su existencia, como lo demuestran las
guerras, la violencia, los abusos, la corrupción, el maltrato, la mentira rampante,
las injusticias que claman… Y lo que nos cuesta más aceptar es que lo
padecemos, a veces misteriosamente, en el fondo de nuestro corazón, que nos
inclina a aquello de San Pablo de que: “hago lo que no quiero y no quiero lo que
hago”. Mucho mal sale de los corazones de los soberbios, vanidosos, envidioso,
egoístas, violentos, empoderados…
El próximo domingo volvemos a encontrarnos con la figura de Juan el Bautista
en la escena del bautismo de Jesús en el Jordán. Nos quiere decir quién es Jesús
y por qué viene a compartir nuestra vida. Es el Hijo de Dios, que viene a quitar
el pecado del mundo. Viene a enseñarnos y ayudar a luchar contra ese mal que
puede brotar del corazón y que provoca graves males sociales. Mucho mal
puede quitarse simplemente amando, teniendo un corazón sano. A eso, tan
importante, viene y nos ayuda Jesús, el Señor. No lo olvidemos.

Palabras con Silencio 25

J. Ratzinger, buscador de la Verdad.
La Verdad, con mayúsculas y con minúsculas, en la teología y en el mundo
intelectual y del pensamiento. Así podemos describir a Joseph Ratzinger, el papa
Benedicto XVI, que sorprendió al elegir este nombre aunque para él el más
adecuado por lo que significó San Benito y los Benedictinos en la cultura
europea, que ha sido uno de los campos de preocupación y contribución suya.
Mucho se ha escrito de él en estos últimos días por diversas personas de variada
ideología o mentalidad. Me vino al pensamiento la figura del Cid que, según la
leyenda, ganó la batalla después de muerto. Sin duda fue el papa más criticado
de los últimos tiempos, especialmente por los de “casa”, pero también el más
elogiado por su magisterio y sus intervenciones en foros académicos y políticos
como en el Parlamento inglés, el 17 de septiembre de 2010 y en el alemán el 22
de septiembre de 2011, dos discursos memorables para la historia del
parlamentarismo.
Tuve la suerte de poder saludarlo tres veces, en las visitas “ad limina”
acompañando al arzobispo D. Gabino, una de ellas en la plaza de San Pedro,
donde nos encontramos casualmente, él vestido de sotana negra y cubierto por
una boina, sin otros distintivos. En la conversación afectuosa y sencilla pude ver
que nada tenía de aquel “panzerkardinal” y mucho menos del “rottweiler de
Dios” como algunos le apostillaban. Practicó la verdad con amor y el amor con la
verdad; para él eran inseparables, lo dejó claro en la “Caritas in veritate”.
Mi primer conocimiento de J. Ratzinger fue con el Concilio Vaticano II. Su
celebración coincidió con mis estudios de teología en Comillas. Pronto saltó a la
fama un joven teólogo alemán que asistía como asesor del cardenal J. Frings de
Colonia. Tuvo una gran importancia en las primeras sesiones, cuando hubo que
reestructurar todos los documentos preparados bajo la dirección del Ottaviani,
por otros de teología más actual, la que estaba ya vigente en la Universidades
Europeas. Ratzinger, 35 años, brillante, le preparó el discurso más crucial que
pronunció el cardenal Frings el 27 de noviembre de 1962. Era un momento
crítico. Basta hojear la historia del Concilio de Giuseppe Alberigo, para ver que
su nombre aparece citado decenas de veces.
No fue solo un gran teólogo, fue también un intelectual de prestigio que salió al
areópago del pensamiento para dialogar y debatir con valentía y sabiduría, cual
Pablo de Tarso, con los intelectuales más sobresalientes de su tiempo,
agnósticos y ateos : Flores DÀrcais, J.Habermas, Onifreddi… Hoy se echan de
menos personas que actualicen este dialogo, tan necesario en esta etapa de
secularización, en la que “la razón necesita de la fe y la fe de la razón”. Resucitar
este dialogo lo tendría como su primer milagro.
Javier Gómez Cuesta

La Palabra en el Tiempo 110

“¡Te adoro!”, es una expresión coloquial, muy popular, que sale del
corazón ante la bondad y belleza de la manera de ser de una persona
hasta quedar enamorados y sentirnos seducidos por ella. Es como si nos
pusiéramos a sus pies reconociendo su valía y lo que representa para
nosotros. Solemos decir: “Te adoro”, y añadimos: “Eres mi ídolo”. Es
frecuente entre los novios, los esposos, los padres a los hijos pequeños.
He visto que también se los dicen los nietos a los abuelos: “¡Abuela, te
adoro!”
La palabra, en su origen y etimología, tiene un carácter sagrado. Viene de
“orar a”, dirigirle a la divinidad, sentir devoción por alguien divino y
rendirle veneración y culto. Esa es la primera acepción del Diccionario de
la Real Academia Española: Reverenciar o rendir culto a un ser que se
considera de naturaleza divina. Luego añade las otras acepciones: “sentir
estima o afecto en grado sumo por alguien” o “gustar de algo
extremadamente”
Decía la gran filósofa y ensayista malagueña, María Zambrano, discípula
de Besteiro y Zubiri y colaboradora de Ortega y Gasset, exiliada primero y
reconocida después con los Premios Príncipe de Asturias y Cervantes que
“una cultura depende de la calidad de sus dioses”. No hay duda que en la
actualidad nos hemos llenado de ídolos fugaces y superficiales que son los
que nos seducen y nos equivocan. Hemos abandonado la adoración,
reconocimiento y veneración del Dios verdadero que es el único que
merece nuestra adoración. Ha sido la gran preocupación del papa
Benedicto sobre la cultura europea, que ha perdido el horizonte de Dios
hasta ponerlo en cuestión y mostrarse indiferente.
Hoy celebramos la festividad de la Epifanía del Señor. El evangelio de San
Mateo nos narra el episodio de la los Reyes Magos de Oriente que al ver el
misterio de la estrella se pusieron en camino en búsqueda de Dios. Y al
encontrarlo “cayeron de rodillas y lo adoraron”. Adorar es poner en el
centro de nuestra vida a ese Niño Dios que quiere decirnos así lo que nos
ama y dejarnos seducir por él. Como los Magos, tenemos que salir de la
Navidad por otro camino, no volver a Herodes y dejar de ser idólatras.

Palabras con Silencio 24

Tempus fugit
En latín, como lo escribió el gran poeta Virgilio, para hacer honor a las muy
descuidadas Humanidades. Sí, el tiempo vuela, esa es la impresión que nos
llena de nostalgia al finalizar el año. El que despedimos, este 2022, nos deja dos
secuelas difíciles de curar. La primera, la del mutante covd19, fatigoso de
extirpar y con temores de que vuelva a reaparecer como lo vemos en el
inmensa China donde tuvo su oscura génesis. Nos deja esta crisis también la
convicción de que la fragilidad humana congénita que sufrimos, solamente
puede ser atajada por una fraternidad o al menos una generosa solidaridad de
las personas y países, todos, que habitamos y conformamos este planeta azul.
La otra es la de que todavía es posible la guerra, más asoladora y dramática que
nunca, como la invasión de un país libre, Ucrania, por una potencia comandada
por un déspota ambicioso, a pesar de estar convencidos de que la “guerra
nunca más” y de los organismos, como la ONU, tutores de la paz. Nos queda la
esperanza de que en Europa y en el mundo libre se recuperen el espíritu y los
valores y derechos humanos, de raíz cristiana, que la configuraron, después de
la 2º guerra mundial. Nos faltan líderes que, por encima de personalismos e
ideologías gastadas o perversas, sepan despertar confianza y guiar para
encontrar nuevos caminos que busquen, lo que acuñó Juan XXIII, en la “Pacem
in terris” como “bien común”. Por el contrario, han subido al poder personajes
mediocres con tintes autoritarios y populistas que propugnan una ética y moral
muy cuestionables, provocando así la aparición de los extremismos ultras.
¿Qué líder europeo o mundial sobresale y suscita confianza hoy?
La paz sigue siendo un bien fundamental poco cuidado, protegido y defendido.
El nuevo 2023, comienza lleno de incertidumbres y miedos, por las carencias
energéticas, desigualdades económicas, debilitamiento de las democracias y
hasta temores de una 3ª guerra mundial. “El virus de la guerra es más difícil de
vencer…, porque procede del corazón humano”, afirma el papa Francisco. ¿Cuál
es la vacuna?
Por esto, el santo Pablo VI instituyó el 1º de enero la Jornada de la Paz, y la
festividad de santa María Madre Dios, para entrar en el nuevo año de la mano
de La Virgen María y así recibir la bíblica bendición: “El Señor te bendiga y te
proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su
rostro y te conceda la paz”. En vez de durmiendo, debiéramos iniciar el año con
un minuto de reflexivo silencio.
Javier Gómez Cuesta

La Palabra en el Tiempo 109

“Tempus fugit”, escribió el gran poeta Virgilio. Sí, el tiempo vuela, esa es la
impresión que nos llena de nostalgia al finalizar el año. El que despedimos,
este 2022, nos deja marcados por dos impresiones. La primera, la de las
secuelas del mutante covd19, difícil de extirpar y con temores de que
vuelva a reaparecer, aunque con la experiencia positiva de que la
fragilidad que sufrimos solamente puede ser atajada por una fraternidad o
al menos una generosa solidaridad de las personas y países, todos, que
habitamos y conformamos este planeta azul. La otra es la de que, todavía
es posible la guerra, más asoladora y dramática que nunca, como la
invasión de un país libre, Ucrania, por una potencia comandada por un
déspota ambicioso, a pesar de estar convencidos de que la “guerra nunca
más” y de los organismos, como la ONU, tutores de la paz. Nos queda la
esperanza de que en Europa y en el mundo libre se recuperen el espíritu y
los valores y derechos humanos, de raíz cristiana, que la configuraron,
después de la 2º guerra mundial. Nos faltan líderes que, por encima de
personalismos e ideologías gastadas o perversas, sepan ser dar confianza
y guiar para encontrar nuevos caminos que busquen, lo que acuñó Juan
XXIII, en la “Pacem in terris” como “bien común”
La paz sigue siendo un bien fundamental todavía poco cuidado, protegido
y defendido. El nuevo 2023, comienza lleno de incertidumbres y de
miedos, por las carencias energéticas, desigualdades económicas,
autocracias y populismos y hasta temores de una 3ª guerra mundial.
Por esto, el santo Pablo VI instituyó el 1º de enero la Jornada de la Paz, y
la festividad de santa María Madre Dios, para entrar en el nuevo año de la
mano de La Virgen María y así recibir el bíblica bendición: “El Señor te
bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El
Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”.

La Palabra en el tiempo 108

Con frecuencia aparecen falsos anuncios de ciencia ficción de que está
próximo o inminente el fin del mundo. Se teme como presagio cuando
finaliza un siglo, o se alinean los astros, o un asteroide que se acerca
peligros a la tierra. Abundan también pseudoprofetas y videntes
convencidos de haber tenido revelaciones especiales que se sienten
impulsados a comunicarlas en tono alarmista al mundo entero.
Naturalmente que este planeta azul y con ello la vida humana en él tendrá
un final. Los científicos investigan sobre la probabilidad de este evento y
pronostican cifras astronómicas que apenas caben en nuestra
imaginación: 10 mil, 11 millones de años. En fin, que según el ritmo de la
naturaleza y las leyes que la rigen, no es para ahora.
Más preocupante es el deterioro y la abusiva explotación a la que
nosotros sometemos esta casa común que Dios nos ha dado para cultivar
y cuidar. A pesar de las alarmas de los científicos por su continuo
calentamiento, los mandatarios políticos, ahora reunidos en Egipto en la
COP27, no logran cumplir sus acuerdos. Más temor nos infunden las
amenazas del posible empleo de las armas nucleares en las guerras por
políticos locos de poder, como estamos viendo en el conflicto de la
invasión de Ucrania.
El próximo domingo, San Lucas, con lenguaje apocalíptico, alude a esta
situación. Pero Jesús, contra lo que parece, no predice ni habla del fin del
mundo. Sino que nos alerta sobre la finalidad de la historia y de cómo
nosotros tenemos que saber luchar y detener las fuerzas destructivas: “Se
alzará pueblo contra pueblo… habrá epidemias y hambre…”, relata el
texto evangélico; y cómo comprometernos, contando con su ayuda, “yo
os daré sabiduría”, nos dice, para lograr un mundo más humano, más
justo a pesar de las calamidades y adversidades que podamos encontrar.
Atravesamos tiempos difíciles, pero no es el momento del lamento y
resignación, es el tiempo del testimonio y la confianza sabiéndonos en las
manos de Dios, Padre y Creador.