La Palabra en el tiempo 95

La fiesta de San José es muy popular. Muchos llevan su nombre. En esta época tan de marketing comercial, se la ha asignado como “el día del padre”. Que todo sirva para dar más valor a la familia y ayudarla a ser más entrañable. Desde hace más de dos siglos, es el día del Seminario, como institución formativa de los que se preparan para el sacerdocio. Es manifiesta la relación del bueno de San José con el Seminario. Él fue el primer formador del gran sacerdote, Jesucristo. Le salió de maravilla. Jesús nos dijo que lo más importante de esta misión es la ofrenda de la vida por la salvación de los demás.

En Oviedo, tenemos el Semanario del Prau Picón inaugurado en 1954.  Se educaron en él centenares de alumnos, muchos de la zona rural en la que no había instituto, aunque luego solo llegaran a recibir la ordenación una veintena de cada curso numeroso.  Contribuyó a una gran labor social de la que están agradecidos.

Las vocaciones sacerdotales han disminuido alarmantemente. Se aluden diferentes causas: el  preocupante descenso demográfico, la España vacía de la que provenían antes el mayor número, la acelerada y confusa descristianización, la falta de interés y cultivo familiar, la desvalorización de lo sagrado y la dimensión espiritual de la persona, el no acertar con una estimulante pastoral juvenil, la  archi-publicitada y dolorosa crisis moral que atraviesa la misma Iglesia…  Sin duda,  es indispensable orar y pedir luz al Señor para saber discernir este signo de los tiempos difícil de entender.

El próximo domingo, en el evangelio de san Lucas se nos cuenta la parábola de “la higuera sin higos”. Es la parábola de la paciencia de Dios. Las flores se cultivan en tierra buena. La semilla de la vocación sacerdotal requiere la tierra fértil de una iglesia más evangélica  y de vanguardia y de comunidades parroquiales más creativas. Dios está a la espera. Tiene paciencia.

La palabra en el tiempo 94

Estamos inundados y saturados de imágenes, vídeos,  noticias, reportajes,  que nos llueven torrencialmente desde el los móviles que llevamos en el bolsillo,  o los nuevos canales de televisión que vamos adquiriendo. Esta pronta sucesión de emociones, sorpresas, escándalos, sobresaltos y bombazos, despiertan un instante nuestras emociones, pero   apenas dejan rastro en nosotros. Todo es momentáneo. De ahí que se califique a la cultura y ambiente social actual de efímero, de intrascendente. Se presta poca atención a la importante, a los problemas y situaciones humanas. Afecta predominantemente a la política, en la que constantemente estamos viendo escenas de teatro tragicómico y mutuas acusaciones.  Mientras tanto el mundo agrícola mal sobreviviendo, las luz por las nubes y sin puestos de trabajo para los jóvenes.

Esto que intentamos describir y que sufrimos, afecta poderosamente al hombre de hoy. Contribuye a que apenas dediquemos tiempo a cuidar la interioridad,  a pensar y razonar por nuestra cuenta teniendo convicciones propias y sobre todo oyendo la voz de nuestra conciencia. Es más, hay atentados manifiestos que buscan dominar y anular nuestra conciencia, que es el pilar y la  fuente de nuestra  libertad. Se trata a la persona como si fuera nada más un producto evolutivo de la naturaleza, un organismo singular. Nosotros mismo nos hundimos en los dicho por Epicuro: Comamos y bebamos que mañana moriremos”

No sé si los avatares y consecuencias de la pandemia nos harán reflexionar y preguntarnos quiénes somos y qué nos espera.  Para despertarnos de la tentación de superficialidad estamos viendo ahora la brutalidad  con que está siendo atormentada la europea nación ucraniana y el valor y resistencia de sus habitantes, hombres y mujeres. Todo por sus convicciones y defensa de su libertad. Por ellos una oración, un golpe de corazón.

El próximo domingo, 2º d Cuaresma, Jesús nos encenderá las luces largas para ver que la vida tiene un gran valor,  es un don de Dios, que no debemos malgastar. Aunque tengamos que afrontar dificultades y tribulaciones, estamos llamados a alcanzar,  como él y con él, la glorificación. Sí, esa que soñamos y esperamos.

La palabra en el tiempo 92

Lo que está sucediendo en Ucrania, supera todo lo imaginable en inhumanidad, rompe todas las vayas rojas  y se hunde en la  locura violenta. Es difícil pensar que un hombre pueda llegar a cometer tantos y tales crímenes.  Y no es porque le funcionen mal las neuronas, porque tenga un trastorno bipolar u otra enfermedad síquica. La fuerza del mal le  ciega y le impulsa a matar sin piedad a tantos inocentes, niños, mujeres y hombres y destruir ciudades, hospitales y viviendas. Esa misteriosa fuerza diabólica – no se ha encontrado otro adjetivo mejor para describirla- entra en el hombre y se apodera de él por la ambición de poder, le hincha de  vanidad, y le trastorna con la soberbia y el orgullo, que le engañan a creerse un dios inexorable y dueño de este mundo.

La sintomatología es tan antigua como la humanidad. Comenzó en el paraíso. Los griegos, a esta fuerza del mal, la llamaron la “hybris” que significa romper todos los límites humanos, de insolencia, desmesura, soberbia, orgullo violencia y  prepotencia. Quien la padecía era castigado por los dioses, concretamente por Némesis, la diosa de la justicia. Sigue actuando en todos los humanos, pero especialmente en los que tienen poder y gobierno.  Encuentra  en ellos tierra abonada  para convertirlos en autócratas y sátrapas, que  se creen que no han de dar cuentas a la historia, y menos a Dios de quien están lejos. David Owen, médico y político inglés, ha estudiado esta calamidad del hombre y la denomina “el síndrome de hybris”.  En su libro analiza y señala  a los muchos dirigentes que la han padecido y la padecen en estos últimos cien años. Todos personajes tristemente conocidos y que sus pueblos martirialmente han sufrido: Hitler, Stalín, a los que sin duda hoy hay que añadir a Putín.

El próximo domingo, es el primero de esta cuaresma. En el evangelio vemos que de la tentación, de la fuerza misteriosa del mal, que personifica en el “maligno”, en el diablo, no se libra ni el mismo Jesús. Él también ha sido tentado por el diablo de ambición de poder, de vanidad y soberbia. No se ha dejado seducir por el engaño. A purificar el corazón y sembrar el bien, nos invita y anima en esta cuarentena.  

la palabra en el tiempo 91

Nos deja la pandemia, pero no encontramos la paz y la tranquilidad. Por si  fuera poca la incertidumbre de los soldados rusos en la frontera de Ucrania, prendemos y activamos querellas y guerrillas partidistas y fraternales en España, que nos llenan de perplejidad y desazón a los ciudadanos. El clima político esta grueso, irrespirable, como la calima sahariana. Vemos imposibles los pactos y acuerdos que necesitamos para salir de la crisis y lograr soluciones a los problemas económicos y sociales que hunden en la pobreza a tantas personas. Más de 2 millones de jóvenes en paro y once en pobreza severa. Cifras escalofriantes. Como para andar con cordones sanitarios, exclusiones, mentiras, descalificaciones y luchas inconfesables de poder. Se tira por tierra la mejor definición de política: “Es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”. De la crispación estamos pasando peligrosamente a la polarización, abriendo una grieta entre dos polos, dos bandos opuestos que nunca se encuentran, resucitando tendencias tribales impropias de políticos responsables y arrastrando con ello al  enfrentamiento de la ciudadanía que desea y  exige la moderación. Lo vemos en el Parlamento, lo acabamos de comprobar en las elecciones de Castilla-León.

El papa Francisco, en la encíclica “Fratelli tutti”, observa que “La política ya no es una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino solo recetas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz”. Mejor que esa memoria histórica o democrática que quieren imponer en la enseñanza secundaria y bachillerato, sería más educativo el estudio de este documento que ha tenido tanto impacto. Busca promocionar la fraternidad y la amistad social. Necesarísimas para vivir en paz y progresar en la convivencia.

Con este panorama puede resultar escandaloso, locura,  lo que nos dice Jesús en el Evangelio de San Lucas el próximo domingo: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os  odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian”. ¿Le llevamos la contraria a los políticos?

La palabra en el tiempo 89

En la mañana del domingo pasado, España estuvo en vilo deportivo. Tuvimos que retrasar la hora de comer para ver el glorioso, sudado e inteligente final del tenis. Nadal, nuestro Nadal, después de perder los dos primeros sets del Open de Australia, increíblemente se reponía y  se superaba hasta ganar el partido. Nadal volvía a situarse en la cima del ranking del tenis mundial. Mucho se ha dicho de su juego, de su izquierda fabulosa, pero mucho se ha dicho de la fortaleza mental  y de su madura personalidad. Su fuerza interior es la que le empuja siempre, hasta “in extremis”, a combatir contra sus limitaciones y  errores, a sobreponerse a la frustración y remontar sus bajones.

Una de las facetas de su larga vida deportiva es su capacidad de afrontar el sufrimiento y encajar y reconocer con humidad sus reveses sin echar las  culpas a nadie encarando sus responsabilidades. “No ha sido un partido suficientemente bueno y tengo que corregirlo”, confiesa con sinceridad  Según declaraciones de su tío Toni ha sido educado en esa pedagogía desde muy pequeño. Ese es el secreto.

Tenemos que reconocer que el ambiente y la cultura dominante  que respiramos ahora en esta España nuestra es el revés de su moneda, tanto en lo personal, en lo social y sin duda en lo político. Lo que se practica es la permisividad, la dejadez del esfuerzo, la aversión a los compromisos, el menosprecio de los valores, y…  ¿por qué no decirlo abiertamente?, hablando en cristiano, el no reconocimiento de nuestra culpas y pecados. Así es difícil lograr una superación a lo Nadal. Gozamos con sus éxitos pero no imitamos su mentalidad, su fuerza espiritual.

Del caso de Nadal, encontramos un paradigma en el evangelio de San Lucas del próximo domingo. San Pedro como Nadal tuvo éxito en la aquella pesca milagrosa por fiarse de la palabra de su educador. Y, porque reconoció  con humildad que era un pobre pecador, alcanzó el ranking en el campo evangelizador. Jesús, el Señor le entregó la copa del Reino, las llaves de la Iglesia.

La palabra en el tiempo 87

Ante la crisis social y económica que provocó la pandemia, desde
instancias gubernamentales se adelantó enseguida que: “No vamos a
dejar a nadie atrás”, argumentando que el Estado tiene recursos
poderosos y no dejaría hundirse a los ciudadanos.
“Una cosa es predicar y otra dar trigo”, dice el conocido refrán.
Tristemente no ha sido así. La crisis ha superado todas las predicciones. Lo
acaba de constar el reciente informe de Caritas elaborado por su
prestigiosa Fundación FOESSA en el que han trabajado más 30
investigadores de diez universidades y entidades sociológicas.
En ese informe, tan citado y dado a conocer estos días en los informativos
de todos le medios de comunicación, entre los muchos datos que ofrece,
hay dos muy preocupantes: Uno, que más de 600 mil familias tienen
todos sus miembros en paro y carecen de algún tipo de ingreso periódico
que les permita cierta estabilidad. El segundo es, la cantidad
estremecedora, que indigna, de 2,7 M de jóvenes para los que no hay
mercado de trabajo, lo que les impide afrontar algún proyecto de futuro
que les permita vivir con dignidad.
Caritas sigue siendo esa mano solidaria, humana y cristiana que trata de
paliar y socorrer estas necesidades. “Tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed….” Es la iglesia Hospital de la que habla el papa Francisco. Acaba
de ser premiada por CC.OO.
El próximo domingo, en el evangelio de San Lucas, Jesús presenta su
programa de misión en la sinagoga de Nazaret, con sorpresa y
consternación de sus paisanos. Proclama que viene a anuncia la Buena
noticia a los pobres y a liberar a los oprimidos. Cuando la iglesia sigue
cumpliendo este programa, acierta. Lo hace tan bien, que es reconocible
como guiada por el Espíritu, el Espíritu de Jesús.

La palabra en el tiempo 85

¡Feliz Navidad!, nos hemos dicho en días recientes. ¡Feliz Año Nuevo! Nos
deseamos ahora en sus comienzos. Estos saludos, tan propios de estos
días, son como bendiciones. “Bendición”, viene del latín, “bene-dicere”
decir una palabra buena. Las necesitamos las personas que vivimos estos
tiempos llenos de incertidumbres y miedos.
Ahora ignoramos lo que es la bendición y el sentido profundo que tiene.
Antes los padres bendecían a los hijos, sobre todo en momentos decisivos
de su vida, cuando dejaban la casa en busca de trabajo o contraían
matrimonio y formaban una nueva familia. Era una tradición cristiana. La
he visto alguna vez al finalizar la celebración de la boda. Los judíos, raíz de
nuestra cultura, la conservan.
Atravesamos tiempos y avatares en que todos necesitamos oír buenos
presagios, futuros más alagüeños. Abundan las maldiciones, las
difamaciones, e incluso, abunda sinsentido la burda blasfemia.
Sería mucho mejor escuchar palabras de bendición. Sentir y saber que
somos amados y estimados. Para los cristianos, una cosa es cierta, que
somos amados por Dios siempre. No porque somos buenos sino porque
Dios Padre es bueno siempre conmigo, sea como sea y como me porte con
él. Dios es amor. “El nombre de Dios es misericordia”, nos dijo el papa
Francisco
El próximo domingo, finaliza el tiempo litúrgico de Navidad. Celebramos la
fiesta del bautismo del Señor. El Evangelista Lucas relata el
acontecimiento. Se abrió el cielo y sobre Jesús se escuchó: “Tú eres mi
Hijo amado, el predilecto”. En tu bautismo, Dios Padre, te dijo a ti
también, con infinito amor: “tu eres mi hijo”. Recuérdalo, abre el corazón,
te hará bien. Cuenta con esta bendición. De verdad: ¡Feliz año nuevo!

La palabra en el tiempo 82

Es ya normal y hasta podemos decir tradicional que cuando se acercan las fiestas de Navidad salgan a la luz estadísticas y datos cuantitativos y comparativos sobre la pobreza y otras situaciones sociales que  nos conmueven y despiertan nuestra preocupación y solidaridad.

Esta semana, ha saltado el dato del Instituto Nacional de Estadística, el INE, por el que nos informa de que “uno de cada cuatro hogares en España está formado por una persona sola”, mayoritariamente de más de 65 años, y más mujeres que hombres. Durante la pandemia se ha dado la voz de alarma sobre el aumento de personas encontradas muertas en sus hogares, llamando a familiares y amistades a que mantuvieran frecuente comunicación ellos. En Asturias el número de personas que viven solas supera las 140.000.

Por otra parte, la “Red Europea de Lucha contra la Pobreza”, acreditado organismo, ha presentado el Mapa de  la Pobreza Severa en España, donde se señala que Asturias, juntamente con Canarias y la Comunidad Valenciana, presentan los porcentajes más altos, llegando Asturias al 27,7 % en ese índice inquietante de pobreza, superando la media estatal. El porcentaje en personas afecta a 282.000 asturianos.

Es cada vez más frecuente que en estos día prenavideños surjan múltiples campañas que tratan de conmovernos para recaudar ayudas que palíen estas situaciones conmovedoras.  El problema es más serio. Caritas trabaja todo el año por ayudar, remediar y concienciar para encontrar remedios y soluciones y no solamente ayudas ocasionales. Ha lanzado estos días la campaña: “Esta Navidad, cada portal importa”  Piensa en los que conoces.

Una cosa es evidente. Todo este movimiento social y humano tiene mucho que ver con la Navidad cristiana. Dios hecho hombre nace pobre en un portal.  Mírese como se mire, tiene que sorprendernos. Es la mayor  denuncia de la pobreza. No hay otro acontecimiento en la historia que haya tenido tanta trascendencia social.

Nos lo recuerda San Lucas en el evangelio del próximo domingo. El pueblo estaba en expectación ante el anuncio de la venida de Jesús, el Mesías  profetizado:  “Qué hacemos”,  le preguntan unos y otros a Juan el Bautista. “El que tenga dos túnicas que reparta con el que no tiene y el que tenga comida lo mismo. No extorsionéis a nadie”. El mensaje es claro. Las luces de Navidad, ahora tan abstractas, también deben iluminar la oscuridad de las situaciones de pobreza.   

La palabra en el tiempo 80

La esperanza en un mañana mejor, de un futuro mejor constituye parte de nuestro vivir existencial. Hay veces que las cosas pueden presentarse tan oscuras y difíciles que, en lenguaje coloquial, solemos decir: “Virgencita, Virgencita que me quede como estoy”. Pero siempre pensamos y nos preocupa lo que nos espera. Buscamos  y luchamos por vivir “algo mejor”. Queremos que nos vaya bien en la vida y lo deseamos para familiares y amigos. La confianza en que todo nos vaya mejor es un motor y acicate que nos sostiene en el trabajo y en los esfuerzos de cada día.

Por eso, cuando la esperanza se apaga, se apaga y se desilusiona también nuestra vida. En lenguaje coloquial solemos sentenciar con frecuencia ese dicho tan popular: “La esperanza es lo último que se pierde”,  porque “es la misma vida defendiéndose”.

Conviene no confundirla con cualquier reacción eufórica o con optimismo fugaces. Es, sobre todo, una actitud permanente, un estilo de vida, un encarar el futuro con confianza, con lucha decidida. Hay que trabajarla.

Como, en este tiempo, estamos aguantando una lluvia pertinaz de “fake news”,  envueltas en lenguaje engañoso, es decir, mentiras, algunos confunden la esperanza con el “progresismo”, que parece ser el nuevo nombre del futuro, o de la arcadia feliz, prometiéndonos que todo va a caer de su cielo o nos lo van a traer ellos vestidos de magos.

La esperanza es un actitud del alma y necesita motivaciones serias para mantenerla viva. No se sostiene en el aire. El que tiene esperanza se esfuerza en transformar la realidad.

Entramos en el Adviento. Es el tiempo propio en que la fe y la cultura cristiana cultiva principalmente  esta indispensable y eficaz virtud y cualidad. Esperamos el encuentro con Dios. Es el verdadero motivo. Si no fuera iniciativa suya este encuentro se lo suplicaríamos o se lo exigiríamos.

El próximo domingo, comienza con el Adviento un nuevo ciclo litúrgico. San Lucas es el evangelista.  Nos invita a levantar la cabeza y a estar siempre despiertos, porque viene ·el Hijo del Hombre. Ya sabéis cómo y en dónde. En Belén tiene uno de sus mejores motivos la esperanza.

La palabra en el tiempo 78

satisfacctoria de la Creación que alguna vez he escuchado”

No deja de ser paradójico que viviendo en este planeta azul, no sepamos con
certeza cómo ha sido su inicio y cómo será su final.
De su inicio, la teoría más acreditada es hoy la del “big bang”. Hace 13.800
millones de años un punto de materia infinitamente pequeño, compuesto de
hidrógeno y helio, de altísima densidad, explosionó y comenzó a extenderse en
todas las direcciones; al enfriarse se fueron formando las estrellas y las galaxias,
creando lo que hoy conocemos como Universo. La tierra que habitamos se
calcula que en esa expansión apareció hace 4.500 años y en ella, el hombre ¡y la
mujer! hace 150.OOO años. Lo que saben pocos y no se suele citar es que la
primera teoría del “big bang” es de un sacerdote belga, del siglo pasado, físico y
matemático, Georges Lemaitre, del que al exponerla en una conferencia en
California dijo el mismo Einstein: “Esta es la explicación más bella y
satisfacctoria de la Creación que alguna vez he escuchado”
Del final de este mundo nuestro, se calcula que el sol, fundamental para la vida
de las plantas, animales y personas por ser la fuente del calor y de la luz, según
los científicos, está a la mitad de su vida y que se colapsará dentro de 5.000
millones de años ¡casi nada! Y estallará haciendo que la tierra desaparezca, a no
ser que un cataclismo o el impacto de un asteroide adelante su extinción.
A la mayoría de nosotros no nos preocupan estas cuestiones que tienen más de
curiosidad. Incluso el gran problema del cambio climático que es evidente
porque la Tierra ya grita pidiendo auxilio y cuidado, para muchos, incluidos los
responsables de las naciones, tampoco constituye un peligro inminente o un
serio desafío. Pare que solo le preocupa al papa Francisco. Basta con ver los
resultados de la reunión de Glasgow. Pero, lo que no cave duda es que para
nosotros la gran pregunta, sobre todo en este mes de noviembre dedicado a a
los difuntos, es: ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Qué futuro nos espera? ¿Cuál va a
ser en definitiva el final de la historia apasionante y apasionada de la
Humanidad?
En el evangelio de San Marcos, del próximo domingo, Jesús, el Señor, nos
contesta y enciende una luz. Si en el “big bang” de los creyentes, “En el principio
era la Palabra y la Palabra era Dios”, al final también Dios, Padre y Creador,
tiene la última Palabra: “Veréis al Hijo del Hombre…”, el que nos dijo que Él era
la vida y manifestó que después de la muerte está la vida. El que nos dice que
”el cielo y la tierra pasarán”, pero mi Palabra de Vida no pasará.