Había una vez cuatro amigos Guillermo, Adrián, Rubén y Pablo, eran muy buenos amigos. Aquel día fueron a la catequesis, era el Miércoles anterior a la festividad de Cristo Rey.
Ese día la catequista Alicia, les preguntó que quién reinaba en su corazón, ellos rápidamente contestaron Jesús (no porque realmente pensasen eso, sino porque sabían que en catequesis la respuesta correcta a la mayor parte de las preguntas siempre era Jesús). Alicia que conocía bien a los niños se sonrió y les dijo:
-¿Estáis seguros?. Si tan seguros estáis vamos a ver qué anhelos tenéis en el corazón y qué ponéis en el centro. A ver Guillermo, ¿tú qué quieres ser de mayor?
-Yo quiero ser Empresario, tendré muchos empleados que trabajarán para mi y harán lo que yo les diga.
-¿Y tu Adrián?
-Yo seré un gran cantante, el más famoso y las fans se postrarán a mis pies.
-¿Y tu Rubén?
-Yo quiero ser Presidente del Gobierno.
-¿Que nos dices tu Pablo?
-Yo quiero ayudar a los demás y que todos me quieran.
Entonces Alicia les dijo, como veis ninguno tenéis a Dios como Rey de vuestro corazón todos os tenéis a vosotros mismos y todos esperáis conseguir la felicidad a través de la Riqueza, el Poder, la Fama y quizás el Prestigio.
Ellos preguntaron:
-¿Son malos nuestros planes?¿Debemos renunciar a ellos?
Alicia les explicó:
Vuestros planes no son malos, y no tenéis que renunciar a ellos, sólo tenéis que cambiar por quién y para quién lo hacéis, si os quitáis a vosotros mismos y ponéis a Cristo como rey de vuestro corazón y del universo entonces veréis como todo es mucho mejor.
Por ejemplo, si Guillermo, en vez de pensar en el dinero, utiliza su talento en crear una empresa en la que Dios sea el centro, que sirva para que los empleados desarrollen su potencial, puedan ganar el sustento para llegar a fin de mes y se les trate a cada uno como lo que son: Hijos de Dios, tu empresa hará la voluntad de Dios y serás feliz.
Si Adrián, en vez de pensar en si mismo, usa su talento al servicio de los demás y escribe canciones con letras que ayudan y alegran el corazón, quizás pueda ser un buen instrumento de Dios para llevar la alegría y la fe a todas partes.
Si Rubén entiende su vocación como servicio a los demás y gobierna como servicio a las personas y siempre conforme a lo que Dios pide, haría un servicio estupendo a nuestro país.
Y si Pablo deja que Dios guíe sus pasos y escucha, sirve y ayuda a los demás como Jesús quiere que lo haga, desde el amor, desde el servicio y con Él en el centro y hace siempre lo que Dios le pide será el mas feliz en el mundo.
Todos estaban muy contentos y dispuestos a ceder a Cristo el reino de su corazón.
-Pero os aviso, dijo Alicia, el demonio no os lo va a poner nada fácil, os pondrá trampas, peligros, dificultades…
Al salir de la catequesis los cuatro se preguntaban que pasaría dentro de 20 años, ¿habrían conseguido sus sueños?, ¿vencerían sus dificultades?
Decidieron que volverían a quedar a las 7 delante de la iglesia de San Pedro el miércoles anterior a la festividad de Cristo rey de 20 años después. Adrián dijo que seria estupendo pero que seguramente dentro de 20 años ni se acordarían de la cita.
-¿Quizá podamos pedirle a nuestro Ángel de la Guarda que nos lo recuerde? -dijo Guillermo- Alicia siempre dice que todo lo que le pidamos él lo va ha hacer.
Al cabo de 20 años allí estaban los cuatro, Guillermo estaba trabajando en un puesto importante de una gran empresa, Adrián tenía una banda formada y algunos conciertos en algunos locales de la provincia, Rubén estaba organizando unas reivindicaciones estudiantiles con los de la rama joven del partido al que se había afiliado y Pablo ayudaba en una residencia de ancianos. En aquella reunión la autocomplacencia y el auto bombo reinaron en todo momento, se sentían tan a gusto con ellos mismos que ni siquiera recordaban la pregunta importante. ¿Quién reina en tu corazón? No obstante decidieron volver a quedar al cabo de otros 20 años.
Pasado el tiempo Guillermo tuvo un gran grupo empresarial con grandes beneficios, pero los beneficios eran su obsesión y no era en absoluto feliz, además había una crisis y debía tomar una decisión: por el bien de su empresa y de sus beneficios debía despedir a 3000 personas. En ese momento la alarma del móvil le avisó que tenía una cita delante de San Pedro a las 7, él no recordaba ninguna cita, pero cada vez que intentaba hacer otra cosa que no fuera ir a la cita todo le salía mal. Si llamaba por teléfono no le cogían, si encendía el ordenador este se apagaba, cuando decidió coger su coche se vio yendo en dirección a la iglesia…
Adrián había conseguido ser un cantante famosísimo, pero descubrió que aquello no le hacía feliz: un día te adoraban y al siguiente no se acordaban de ti, las ventas de su último disco no iban bien y no tenia inspiración para otro. Algo en su corazón le decía que tenia que estar donde la iglesia de San Pedro a las 7 pero no recordaba por qué. Se fue la luz de su edificio y al final se vio paseando en dirección a la iglesia de San Pedro.
Rubén había conseguido ser Presidente del gobierno pero en su camino había pisado tanta gente y hecho tantas cosas malas… Encima a sugerencia de sus patrocinadores tenía que aprobar unas leyes que no acababan de gustarle. Si no lo hacia probablemente se encontraría sin apoyos en las siguientes elecciones, pero si lo hacía sufriría tanta gente. Un acto político le había llevado a Gijón para el día siguiente y casualmente se le ocurrió ir a las 7 a San Pedro y sorprendentemente se vio libre de su guardia de seguridad.
Y allí estaban estos tres amigos se sorprendieron de estar allí y aún se sorprendieron más cuando llegó Pablo. Que diferente era esta reunión a la acontecida 20 años antes.
Guillermo empezó a hablar y a contar su historia y sobre todo lo mal que se sentía por el despido de las 3000 personas.
Adrián también desahogó bastante y les dijo lo triste y desmotivado que sentía.
En un arranque de sinceridad cosa que no había hecho en años en años Rubén les hablo de su vida lo que había hecho y desecho y de lo mal y solo que se sentía…
Entonces hablo Pablo.
-Yo, no he sido mejor que vosotros, el demonio como nos dijo Alicia también se despachó a gusto conmigo, el demonio me hizo creer que yo era mejor que los demás, que la salvación estaba hecha para mi y solo para mi. Que yo era el único que sabía lo que era bueno y malo. Deje de escuchar a la gente, deje de amar y mi corazón se hizo duro como una piedra. Mi novia me dejó, mis amigos no me soportaban, y cuando me di cuenta de cómo era yo realmente entonces pasó algo muy bonito.
Me encontré con Alicia y se acordaba de mi. Alicia me preguntó entonces “¿Quien es el rey de tu corazón ahora?” y yo avergonzado le contenté: “por desgracia yo, sigo siendo yo”.
Ella me dijo: -¿Y quieres dejarle reinar a Él?
Le dije que sí, aunque no fue fácil, lo primero que tuve que hacer fue reconocer que yo solo no podía, que necesitaba ayuda, una vez que pedí ayuda la obtuve a través de la Iglesia y los sacramentos, pero luego pasó algo más. Volví a sentir lo que había sentido tantas veces y a lo que siempre me había negado sentir: que Dios quería que le entregase toda mi vida, sentí que me pedía que fuera sacerdote y, sabéis, cuando le dije que sí, fui feliz. Aquí me tenéis, he caído muchas veces y Él siempre me levanta, y me ha enseñado a mirar a mis hermanos con sus ojos, con todo lo bueno que tienen. Cada uno con todo lo bueno que Él ha puesto en ellos.
Los otros tres decidieron hacerse la misma pregunta, Guillermo descubrió que quizás en vez de despedir a esas personas debía hacer una empresa para ellos, aprovechando sus buenas cualidades y su talento. Empezó a conocer a sus empleados y a quererles. Cuando puso a Dios de jefe, de rey del universo, cuando se dio cuenta que el estaba al servicio de Él, todo fue mucho mejor. Sus empresas fueron un éxito y aunque ya no tuvieron tantos beneficios dieron trabajo a personas felices y creativas.
Adrián decidió hacer un disco benéfico, pero para ello decidió conocer primero a los necesitados y lo que necesitaban realmente. Decidió poner su música al servicio de Dios y entonces sus canciones fueron las más bonitas, cantaba las que más llegaban a su corazón. Y esta vez ya no se le subió la fama a la cabeza, pues sabía que el mérito no era suyo.
Rubén aprobó leyes en beneficio de las personas, usó su facilidad de palabra para convencer a su gabinete y, aunque no se hizo rico, cuando dejó paso a otros más jóvenes, siempre fue feliz. Cuando dejo que Dios gobernara en todo incluido en su corazón, fue feliz.
Y Pablo se reúne ahora con sus amigos todas las semanas, escucha a sus feligreses, los quiere los ayuda y los orienta. Los ve como sus hermanos y entiende sus debilidades y les ayuda a superarlas. Y siempre se hace la pregunta ¿Quién reina en tu corazón?.
El otro día se encontraron con Alicia, que ya está un poco “muy mayor”, y se fueron juntos a merendar para celebrar que Cristo es Rey de nuestro corazón.
Y cuando le dejamos reinar ahí es cuando realmente somos felices por que Cristo es el Rey del Universo.

Por Aurora