Persiste demasiado tiempo una situación política de hostilidad y
enfrentamientos que acaba creando un clima social de convivencia desabrida e
inhóspita de la que la ciudadanía manifiesta ya un cierto hartazgo. Cada día
aumentan los disensos y denuncias en los grupos políticos y se resquebrajan
deliberadamente las instituciones democráticas que sostienen el Estado de
Derecho. Aumenta considerablemente el desinterés por el noticiario político
que se patentiza en el bajón de la audiencia de los telediarios, sobre todos los
públicos o gubernativos, que han perdido su credibilidad. La política está
dejando de ser esa noble actividad por el bien común para acabar siendo “solo
recetas inmediatas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el
recurso más eficaz”, un juego mezquino de descalificaciones y engaños
mentirosos. Suspiramos por políticos de altura que acometan la resolución de
los problemas y no autócratas ávidos de poder que imponen ideologías
trasnochadas o desnortadas. “Los jóvenes europeos no creen en los políticos”,
leo en un informe basado en el Eurobarómetro. No resulta extraño.
Se reclama una reacción pronta y severa de los ciudadanos. Se echaba en falta
una palabra de la Iglesia porque están en juego valores éticos y morales y la
misma convivencia. Por fin alzó su voz con el documento: “El Dios fiel mantiene
su alianza”. Esta vez, no se trata de un texto doctrinal o pastoral. Es un estilo
nuevo. Es una invitación a la reflexión que se ofrece a la iglesia y a la sociedad
en este momento crítico y grave para, en dialogo y escucha de los otros, debatir
y reflexionar sobre los problemas a los que nos enfrentamos. Es una urgente
llamada a la participación. Hay que bajar de los balcones a la calle. Está escrito
en esa clave acertada y didáctica basada en el método de “ver, juzgar y actuar”.
Aborda el aborto, el divorcio, el matrimonio homosexual, la experimentación
con embriones humanos, la gestación subrogada, la transexualidad…y sus
legislaciones actuales que las juzga contrarias a la razón, a la naturaleza y la
vida misma. Trata también los retos de la revolución tecnológica, la crisis
demográfica, el arrinconamiento de los mayores, la acogida de los migrantes.
Busca consensos para lograr el bien común. Y basa todo el escrito en la persona,
la familia y la sociedad y su estrecha y vital relación entre ellas.
Me queda la preocupación de saber si esta semilla “evangélica-social” que cae
en una tierra tan árida podrá germinar y ser cultivada por una iglesia necesitada
de fuerzas y coraje y una sociedad que necesita despertar y tomar conciencia de
su protagonismo. Es la hora de la reflexión y poner la mano en el arado.
Javier Gómez Cuesta

Por Diego