
Halloween a la española
Para nosotros es un producto Made in Usa. Nos viene por influjo comercial,
como casi todo. Hay que adquirir y ataviarse con disfraces terroríficos de brujas,
esqueletos, duendes, demonios… Su origen es celta. Nos seduce ahora todo lo
céltico y hasta nos gustaría que reconocieran que tenemos ese ADN en nuestros
genes. Esta raza guerrera, agrícola y metalúrgica celebraba en su calendario la
fiesta del Samhain (fin del verano y recolección de la cosecha) en la noche del
31 de octubre. Era un pueblo, a la vez politeísta y monoteísta, con creencia en
su dios o dioses, en la inmortalidad y en “el más allá”. Esa noche celebraban
que se abrían las puertas del lugar-residencia de los muertos y que por medio
de sus sacerdotes-druidas podían comunicarse con los espíritus para aplacarlos
o pedir su intercesión encendiendo fuegos y poniéndoles comida a las puertas
de las casas. Con Carlomagno la fiesta fue cristianizada invocando a Todos los
Santos. Un siglo más tarde, los monjes de Cluny añadieron la de la
Conmemoración de los Difuntos, extendiéndose luego a toda la catolicidad.
Aunque cristiana, los mitos paganos quedaron en la tradición de los pueblos. En
el norte de España podemos ver vestigios célticos en al “amaguestu” asturiano,
en el “samaín” y la “Santa compaña” en Galicia y en las calabazas talladas o
decoradas e iluminadas que los mozos ponían en los caminos para asustar a los
viandantes que yo recuerdo de la época de la infancia.
La emigración irlandesa la implantó en los EE. UU. La festejan especialmente los
niños con sus disfraces horripilantes y la petición de chuches por las casas con el
“trick or treat” (truco o trato), pero también donde la gente va al trabajo con el
disfraz y la mayoría de las ciudades se embrujan, las calabazas inundan calles y
rincones con luces de colores y otros símbolos imaginados para asustar y meter
miedo. En la mesa la manzana acaramelada.
No deja de ser llamativa la celeridad y la permeabilidad facilona con que invadió
ciudades y pueblos españoles este Halloween “made in usa”. Ahora, que en
EE.UU hay una ola propensa a extirpar los vestigios españoles, derribando las
estatuas de Fray Junípero y de Cristobal Colón y vituperando el mestizaje que
nos unió. Olvidar nuestras tradiciones y mitos para asumir los de otros es una
manifestación de empobrecimiento cultural. Hasta el Don Juan Tenorio pierde
representación. Y si además marginamos la cristianización: ¡qué solos se quedan
los muertos!
Javier Gómez Cuesta