Palabras con Silencio 15

¿Por qué no soy más feliz?
Es una pregunta que nos debiéramos de hacer, una cuestión humana importante que
nos debiéramos de plantear. Juntamente con el imperativo de vivir, la felicidad es uno
de los impulsos más hondos y fuertes que sentimos todos. Cosa distinta es que lo
logremos en la media que lo deseamos. No atravesamos tiempos de ideales
espirituales. Ni los místicos, ni los filósofos, ni éticos y moralistas son ahora apreciados
y escuchados. Tampoco los sociólogos-demógrafos que lanzan el grito de alerta por la
baja de la natalidad. En el II Foro de la Familia, el papa Francisco ha dicho que “La
natalidad es la verdadera emergencia social”. Es la mayor pobreza trágica que afecta a
los seres humanos en su mayor riqueza: traer vidas al mundo. Uno de los momentos
de amor más intenso de la pareja es la decisión de generar un hijo. El amor se hace
vida. En España seguimos cegados, volvemos a la trampa del aborto más fácil todavía.
Es imposible casarlo con el desafío de la natalidad. Nos engañamos en remediarla con
los perros. La ideología contra la evidencia. Hay progresismos que recuerdan “Un
mundo feliz” de A.Huxley.
La felicidad se basa en el amor que es la fuerza vital que nos mueve para todo. El
amor es mucho más que un deber que debemos cumplir o una tarea moral que nos
podemos proponer. Es la vida misma lograda o frustrada. Sin amor no se puede vivir.
Estimula lo mejor de nosotros, genera los mejores sentimientos, acrecienta lo más
positivo de nuestras facultades, nos abre a la claridad de pensamiento y
discernimiento, despierta la creatividad, hace que lo cotidiano lo vivamos de forma
positiva y ofrezcamos siempre lo primero la sonrisa.
En esta cultura del bienestar se exageran y se lamentan las exigencias y sacrificios que
comporta el amor y sobre todo el generar y educar vidas humanas; se ocultan y
pocovaloran sus efectos y consecuencias positivas. Vivir desde el egoísmo, el desamor,
la indiferencia o la insolidaridad, esteriliza la vida. Lo que significa el amor lo estamos
viendo en los sucesos de la invasión de Ucrania y lo hemos comprobado en muchos
momentos difíciles de la epidemia del covid. ¡Qué gestos de heroísmo, de humanidad,
de solidaridad! Se ha hecho verdad el axioma cristiano de que “el amor salva al
mundo”. Muchas veces tenemos que vernos en el abismo para corregir la orientación
de nuestro caminar. Es posible que vuelva a renacer en nosotros el deseo de
fraternidad o, al menos, de “amistad social”, como se apunta en la “Fratelli tutti”
Siempre se pensó que el amor era cosa divina. Fue Jesús de Nazaret el que nos
recomendó: “Amaos unos a otros, como yo os he amado”. La única forma de ser feliz.