Oímos o leemos con frecuencia, como si fuera un mantra, que estamos en un cambio de ciclo o de era. Es notable el abismo ideológico, cultural hasta religioso entre generaciones. Sufrimos un cierto cansancio agotador. La pandemia pertinaz nos ha dado la puntilla. Y sin poder superarla, aparece un conflicto bélico por el ansia expansionista de un descerebrado que, sin poder detenerle, asola un país y descompone a Europa.
Siempre me ha hecho pensar cómo una humanidad que ha alcanzado tantos progresos y que tiene tantas universidades, que ha logrado tantos adelantos tecnológicos y tantos premios nobel y personas preparadas en todos los campos del saber humano, no sea capaz de resolver los problemas que se le presentan. Además de los señalados, tenemos planteados el cambio climático, la pobreza que avanza y la riqueza que se concentra, las migraciones incontenibles por razón de la miseria, el hambre y la violencia, la corrupción económica, la falta de seguridad, la discutida valía de políticos y gobernantes, la mentira y el engaño, la superficialidad y manipulación mediática, los conflictos religiosos por intolerancias y fanatismos… Podemos seguir.
Pero más que los problemas propios de una sociedad frágil y limitada, que para vivir tiene que luchar, desconcierta el que se vea como aplastada, desganada, apática, aguantando el chaparrón y viendo cómo pequeños grupos extremistas se hacen con el mando y el poder. Se ha emponzoñado tanto el panorama, que los que pudieran con solvencia ponerse al servicio de la “caridad política” tienen miedo, con razón, a ser aniquilados. El papa Francisco lo reconoce. Dice por ello que “es tiempo de mancharse las manos”.
Hace falta savia nueva. Para encontrarla y recuperarla se requiere una buena educación y formación. En España no somos capaces de lograr una buena ley que además de saberes imprima valores. Eso es educar. La última reforma la critican severamente, por fin, los intelectuales de diversas ramas. El ejemplo hoy es la de Finlandia. Pero no se la imita. Se oculta que una de las claves es la enseñanza religiosa que elige libremente cada familia según su creencia. Además del buen trato escolar y la esmerada preparación de los docentes, se la concibe como fuente de valores sociales y personales que redunda en la cívica y respetuosa convivencia. Otra fuente de savia nueva tiene que ser la familia, desconcertada ante la distinta mentalidad de los jóvenes y el descontrol de los adolescentes. Son llamativos los enfrentamientos de los hijos a esa edad con los padres por una libertad caprichosa, adelantada y mal administrada.
Necesitamos líderes dotados de humanidad. Jesús de Nazaret fue el más importante. Merecer la pena escucharlo y seguirlo.

Por Diego