La etapa de cambio en la iglesia Española
Celebradas las elecciones de la Conferencia Episcopal Española y elegidos el presidente y vicepresidente, aparecieron enseguida comentarios y apreciaciones sobre las tareas y responsabilidades que les esperan. Llama la atención el que sean las relaciones con el Gobierno las que se llevan la primacía, según algunos. Dan por hecho que son los interlocutores más idóneos para la coalición de partidos que está en el poder. Incluso insinúan que son los preferidos. Aunque dudo que esa haya sido la principal motivación para su elección, hay temas importantes que tienen que ser tratados con el gobierno actual como la educación y enseñanza concertada, la eutanasia, el ibi, la inmatriculaciones… No será fácil el tratamiento porque, por los síntomas emitidos hasta ahora por los interlocutores, pesan mucho las ideologías y recelos en esa mesa de dialogo que propone el nuevo presidente Omella. Hay una izquierda (no toda, ni la más socialdemócrata) y sobre todo esta nueva izquierda populista, que no ha sido capaz de superar esa fobia anticlerical que retienen y esgrimen como seña anticuada y rancia de identidad. De todas formas, convendría esclarecer que estos temas ético-sociales no son exclusivamente de matriz religiosa, sino de ética racional, humana y social, como el derecho a la vida, la responsabilidad y misión primera de los padres de la educación de sus hijos y la libertad para elegirla, de deontología médica y juramento hipocrático, aunque sean también de moral y ética católica.
Reconociendo la importancia de esos temas aludidos, creo que el mayor reto que tiene la Iglesia Española y con ella la Conferencia, es cómo situarla en este nuevo contexto en el que nos encontramos. Como repite el papa Francisco, ya no estemos en una “época de cambios”, sino en un “cambio de época” y nos está costando encontrar el lenguaje, las formas, los métodos, para evangelizar hoy. Y, reconociéndolo, nos falta “ardor”, confianza, capacidad analítica para revisar lo que hacemos y cómo lo hacemos; y coraje y atrevimiento para iniciar nuevos caminos que nos implanten en esta nueva época. Pero no solos, con los laicos investidos de su misión. Cada vez que se proyectan cambios en la Iglesia, se produce un trauma y aparece el miedo a divisiones y herejías. Lo acabamos de ver con los sínodos últimos de la Familia y de la Amazonía. Como pasó ya antes con el Concilio. Puede estar causado por una iglesia demasiado centralizada, pero hay que darse cuenta que está implantada en culturas muy diversas. Unidad sí, unicidad no es posible.
Veo que se enjuician los seis años anteriores de D. Ricardo Blázquez, como años de transición. ¿Será la hora de pasar a una acción más propositiva? Hay estadísticas que nos tienen que preocupar: el año 1979 se declaraba católico el 90,5% de los españoles; el pasado año 2019, el 67,5%. Son 23 puntos menos en 40 años, aunque principalmente de cultura católica. La práctica religiosa, como se sabe, es mucho menor y estos 2 últimos años, en las nuevas generaciones, es alarmante, y eso que el 50% es de educación en instituciones religiosas. Este, me parece a mí que es el frente que hay que abordar y con urgencia. Los elegidos están entrados en años. Rondan los 75. Los había más jóvenes. Que sintonicen con el papa Francisco. Sin duda que en alguna esquina, ¿de las periferias?, el Señor nos espera.
Javier Gómez Cuesta