Ha vuelto a empezar la catequesis (y también el cole). Esta semana los peregrinos hemos caminado mucho ya que hemos acompañado a Jesús, María y José .
Al salir del catecismo fuimos a Begoña, a la pérgola de los Campinos donde están María, José y el niño Jesús hechos con luces. Allí la abuela nos contó cómo el ángel le había dicho a José que Herodes quería matar al niño y que tenían que huir a Egipto.
Todos estábamos muy intrigados acerca de qué Egipto nos buscaría la abuela y qué desierto. En seguida lo tuvimos claro porque caminamos todo el muro hasta el parque de Isabel la Católica. Cuando íbamos de camino, la abuela nos contó una historia muy bonita de esta huida, historia que conocemos por la beata Ana Catalina Emmerick, y es la siguiente:
Llevaba la sagrada familia muchos días caminando cuando llegaron a una región muy agreste y todo estaba muy oscuro. Una banda de ladrones iba a atracares pero, cuando el Jefe miró al niño Jesús, un rayo luminoso como una flecha toco el corazón, y después hasta les dio resguardo en la cabaña donde vivía.
La mujer del jefe los recibió con timidez y con cariño. Les trajo algo de comer y beber e incluso agua para bañar al niño.
Cuando María bañó al niño, el agua quedó más limpia de lo que estaba antes. Entonces, la mujer del Jefe le pidió permiso a la Virgen María para bañar a su niñito de 3 años, que tenía la lepra, en ese agua. La Virgen María se lo dio y el niño, al meterlo en el agua, se curó.
Cuando se despidieron, el Jefe les dijo: -Acordaos de nosotros donde quiera que vayáis-. Ese niñito no era otro que el buen ladrón que en la cruz le dijo a Jesús: acuérdate de mi cuando llegues a tu reino.
Una vez que llegamos a “Egipto”, osea al Parque, descansamos un poquito. A la vuelta mi abuela nos contó que, después de un tiempo, el ángel les dijo que podían volver. Fueron a Nazaret donde el niño Jesús vivía con sus padres y allí, como nosotros con nuestra familia, aprendía, jugaba, cantaba, trabajaba.
¿Y alguna vez se porto mal? -dijo Ana.
-Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, todo a la vez, y como verdadero Dios que es nunca puede portarse mal, osea, no hacer su voluntad. Pero sí hubo algo que disgustó a sus padres, porque no le entendieron.
Veréis, tenía Jesús como unos 12 años y habían ido a Jerusalén a una fiesta importante en el templo. A la vuelta, sus padres, pensando que estaba con los otros niños, siguieron camino. Cuando ya hacía un rato que no lo veían comenzaron a buscarlo y, como no lo encontraban, se volvieron a Jerusalén. Allí lo encontraron en el templo, enseñando a los Doctores (que eran los que más sabían). Al llegar junto a él, su madre le dijo: -“Estabamos preocupados”- y el les respondió -No sabíais que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre-. Luego volvió con ellos y les obedecía en todo.
Cuando llegamos a casa era un poquito tarde y aún había que hacer los deberes. Mi mamá le dijo a la abuela que estaban preocupados porque era algo más tarde de lo habitual y yo le respondí a mamá: “¿No sabías que estábamos ocupándonos de las cosas de nuestro Padre del cielo?” Mi mamá se hechó a reír y mi abuela me dijo: “Muy bien, ahora recuerda que te toca obecederles en todo“.