“La hermana nuestra madre tierra”
Muchas expectativas se han puesto en la Cumbre de París sobre el Cambio Climático, la COP21, que ha comenzado el 30 de noviembre y finaliza este sábado. Es posible que nuestra atención y preocupación esté desviada de este grave problema por el peligro atemorizante del terrorismo que vivimos y las inminentes elecciones que nos llevarán a una situación política inusitada. O que creamos que, en esta perla del paraíso que es esta Asturias “incomparable”, esos problemas nos quedan lejos y no nos sobrecojan las datos alarmantes de contaminación que estamos increíblemente sufriendo en Gijón y Oviedo a pesar de nuestro bajo nivel industrial. Seguir más de cerca los debates de la COP21 nos hubiera servido para concienciarnos de la preocupante situación del deterioro de este planeta tierra y de que tenemos que cambiar nuestra forma de vida buscando una mayor comunión con la naturaleza, viéndola con ojos más franciscanos como “hermana y madre”.
A la hora de ponerme al ordenador ya se ha hecho público el documento final que deben firmar los 195 países participantes. “Es muy raro en la vida tener la oportunidad de cambiar el mundo y ustedes la tienen”, les ha dicho el ministro de Exteriores francés, Fabius, al preséntaselo. Reina un moderado optimismo en que puede lograrse un acuerdo que hasta ahora ha sido imposible desde que comenzaron estas Conferencias promovidas por la ONU en el año 1972, la primera en Estocolmo, ante la alerta despertada por los estudios y mediciones del científico norteamericano Charles Kelling demostrando que los gases que se producían, especialmente el CO2, no eran absorbidos y neutralizados por los océanos y los bosques como se pensaba.
La sensación de ineficacia en lograr consensos operativos y vinculantes de otras reuniones pasadas provocó que se haya puesto un mayor empeño en ésta. Fue especialmente frustrante la de Copenhague (COP15) de 2009, que convocó al mayor número de Jefes de Estado y Primeros Ministros; reconociendo la gravedad de la amenaza del cambio climático, no lograron firmar un acuerdo digno por causa del enorme acoso de los grupos financieros para desacreditar los datos y estudios científicos.
El papa Francisco ha querido empujar a la Iglesia en la aventura de impulsar a todos los vivientes a reclamar de los responsables de los países un acuerdo urgente para salvar al planeta que es la casa común que compartimos.
Sorprendió el que su primera encíclica, toda de su mano, haya sido sobre la ecología. Viene de un continente que está siendo desertizado por la tala masiva de los bosques y donde la pobreza es un verdadero drama. Esto es lo que le ha hecho afirmar que el grito de la tierra es el grito de los pobres y que le ha hecho escribir, con el horizonte de esta Cumbre de París, la “Laudato sí”, encíclica que algunos comparan a la Rerum Novarum que escribió en 1891 León XIII planteando la cuestión candente en aquel final se siglo de la justicia social e iniciando con ella la Doctrina Social de la Iglesia. En ésta, el papa Francisco abre un novedoso y sugerente capítulo sobre la actual y compleja cuestión, hoy muy candente, “socio-ambiental”. En su escrito, la ecología deja de ser una moda o una obsesión y manía de los verdes y, con argumentos científicos, nos hace ver que se trata de un nuevo planteamiento ético, demostrando que nuestra relación con la naturaleza, de forma análoga a nuestra relación con Dios y con los demás seres humanos, conlleva una dimensión moral que ya no es posible desconocer. Para Francisco es claro que hay un vínculo entre las cuestiones ambientales y las cuestiones sociales y humanas, de tal manera que “no hay dos crisis separadas, una social y otra ambiental, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental”
La seriedad y valor de la encíclica ha sido reconocida por los dos revistas científicas de mayor reconocido prestigio, como son Nature y Sciencie. La primera, Nature, en el editorial del pasado 23 de junio, reconocía que el papa había elegido el momento ideal para exponer sus ideas y, a su juicio, en la línea correcta, haciendo incapié en el imperativo moral de que hay que actuar en contra del calentamiento global, las alteraciones de la naturaleza por la actividad humana y la sobreexplotación de los recursos humanos. En la revista Science, Marcia McNutt, geofísica y editora, llega a afirmar que “la guerra contra la degradación del medio ambiente tiene un nuevo y poderoso aliado: el papa Francisco”; y en el artículo “En busca del bien común” , los profesores Dasgupta de Cambridge y Ramanthan de California escriben: “Encontrar maneras de desarrollar una relación sostenible con la naturaleza requiere no solo la participación de científicos y líderes políticos, sino también el liderazgo moral que las instituciones religiosas están en condiciones de ofrecer”
En la Cumbre de París, la COP21, ha estado muy presente esta encíclica franciscana y su llamada al diálogo. Para apoyarla han ido hasta allí y han organizado actos diversos movimientos eclesiales, entre ellos Caritas y Manos Unidas. Tenemos que convertirnos de creernos propietarios y expoliadores de esta casa común, a ser sus cuidadores. Con San Francisco de Asís, por lo logrado: “Alabado seas, mi Señor, por la madre nuestra hermana tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”
Javier Gomez Cuesta