Ante la crisis social y económica que provocó la pandemia, desde
instancias gubernamentales se adelantó enseguida que: “No vamos a
dejar a nadie atrás”, argumentando que el Estado tiene recursos
poderosos y no dejaría hundirse a los ciudadanos.
“Una cosa es predicar y otra dar trigo”, dice el conocido refrán.
Tristemente no ha sido así. La crisis ha superado todas las predicciones. Lo
acaba de constar el reciente informe de Caritas elaborado por su
prestigiosa Fundación FOESSA en el que han trabajado más 30
investigadores de diez universidades y entidades sociológicas.
En ese informe, tan citado y dado a conocer estos días en los informativos
de todos le medios de comunicación, entre los muchos datos que ofrece,
hay dos muy preocupantes: Uno, que más de 600 mil familias tienen
todos sus miembros en paro y carecen de algún tipo de ingreso periódico
que les permita cierta estabilidad. El segundo es, la cantidad
estremecedora, que indigna, de 2,7 M de jóvenes para los que no hay
mercado de trabajo, lo que les impide afrontar algún proyecto de futuro
que les permita vivir con dignidad.
Caritas sigue siendo esa mano solidaria, humana y cristiana que trata de
paliar y socorrer estas necesidades. “Tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed….” Es la iglesia Hospital de la que habla el papa Francisco. Acaba
de ser premiada por CC.OO.
El próximo domingo, en el evangelio de San Lucas, Jesús presenta su
programa de misión en la sinagoga de Nazaret, con sorpresa y
consternación de sus paisanos. Proclama que viene a anuncia la Buena
noticia a los pobres y a liberar a los oprimidos. Cuando la iglesia sigue
cumpliendo este programa, acierta. Lo hace tan bien, que es reconocible
como guiada por el Espíritu, el Espíritu de Jesús.