Vivimos tan obsesionados y entretenidos con el presente que no prestamos
ninguna atención ni preocupación por el futuro. Se ha hecho viral el dicho
popular: “A vivir que son dos días”.
Estamos ciegos a los grandes problemas y retos que desafían nuestro futuro.
Los sociólogos reconocidos como notables analistas de la realidad se
sorprenden y alertan de la actitud, sobre todo de las nuevas generaciones, de
dejadez y apatía sobre el futuro que se les avecina en lo económico, en lo
social y en lo espiritual, entendida esta dimensión humana en su acepción
amplia, no solamente religiosa, es decir, en la interioridad que caracteriza a
los seres humanos, sus valores, sus sentimientos, su sentido de la vida.
Posiblemente, el principal problema al que se tiene que enfrentar la
humanidad es al del cambio climático, al cuidado de esta “casa común” en la
que habitamos todos, este planeta tierra, que vamos deteriorando por
nuestra forma de vivir y de explotar sus recursos, sin miramiento alguno al
futuro. Dentro de unos días se reunirá en la ciudad inglesa de Glasgow una
nueva Cumbre Mundial, la Cop26, para afrontar la situación del grave
calentamiento de la tierra, cuyos efectos ya sufrimos. Es el Papa Francisco
uno de los principales movilizadores de la conciencia ciudadana sobre esta
situación. Dios Padre, el Creador nos dijo: cultivad, no explotad, la tierra.
Otro de los problemas preocupantes es el envejecimiento de la población del
continente Europeo, de España, de Asturias. La natalidad está bajo mínimos.
Ya no supera la mortalidad. Es sorprendente el apasionamiento y vocerío con
que se defiende y se legisla el aborto libre y lo poco que se incentiva la
generación de vida y las leyes que la procuren y estimulen. Los dones más
importantes de los humanos son la vida y el amor. Los dos están en baja.
Increíblemente va siendo una realidad el que “cuidamos más perros que
niños”.
El próximo domingo en el evangelio de San Marcos se nos narra la curación
del ciego Bartimeo. Estaba sentado, abandonado al borde del camino. Da un
salto al oir que pasa Jesús. Le pide, don toda la fuerza del corazón que pueda
ver. Es lo que quiere la iglesia con el nuevo Sínodo que se ha inaugurado. Ver
la realidad en toda su crudeza. Es lo que necesitamos nosotros: dar un salto y
asomarnos como cristianos al futuro que se nos viene encima.