“Tengo el corazón como un cajón de sastre”. Dice un terapeuta que es una forma de expresar su situación de muchos pacientes que vienen a su consulta. La comparación o metáfora parece acertada. Pones en gougle: “corazón como un cajón de sastre” y te salen múltiples resultados que hacen relación a la ansiedad, angustia, estrés, congoja o depresión.
En el corazón, que es un centro somático fundamental, pero también de la vida espiritual, sin darnos cuenta, vamos dejando que se alberguen en él y lo ocupen excesivamente miedos, temores, preocupaciones, agobios, recelos, odios, sentimientos oscuros, culpas, animadversiones…, cuando debe ser la sede de la alegría, de la bondad, del amor, de la ternura, del perdón, de la generosidad, de la solidaridad. En un cajón de sastre hay dificultad para encontrar algo. En un corazón revuelto y aturdido no te encuentras a ti mismo. No sabes quién eres.
Le cuidamos como órgano vital corporal, vamos al cardiólogo, pero los descuidamos como generador de una vida humana sana. Es el templo de la vida espiritual.
La Cuaresma es el tiempo oportuno para someter a revisión esta dimensión tan importante de la vida como es la espiritual.
El próximo Domingo veremos a Jesús en una actitud que nos puede parecer desconcertante expulsando a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas del templo. Más que una actitud violenta es una gesto profético. Así se lo interpretan. Y les da la explicación: “Mi casa es casa de oración”
Con el templo del corazón también hay que ser exigentes y conviene someterse a una ITV de revisión. Es tu lugar más sagrado, donde además quiere estar presente Dios.