La palabra en el tiempo 45

Llevamos un año en el que la enfermedad es la mayor preocupación de las personas del mundo entero. Es la primera vez que una epidemia afecta a todas las naciones; y todos los habitantes del planeta, en el mismo momento de la historia, se dan cuenta de su vulnerabilidad. Con el número de afectados, contagiados y fallecidos se abren diariamente todos los informativos y es el tema principal, casi obsesivo, de nuestras conversaciones y  temores. El verse enfermo es una de las experiencias más duras y estremecedoras, que nos hacen palpar nuestra fragilidad y nos obligan a vivir dependientes de los demás. Tenemos que añadir que la enfermedad afecta también a todo el entorno familiar, de amistad y vecindad.

Desde Hipócrates y Galeno, la medicina ha ido avanzando y consiguiendo grandes remedios para curar las enfermedades, pero van surgiendo otras nuevas o aparecen las antiguas con modalidades distintas, como esta del Covid19 contra la que está entregada a un intenso trabajo de investigación encomiable que, sin duda, logrará su éxito. 

Se ha escrito y con acierto, porque también es una experiencia comprobada, que el cristianismo es una religión terapéutica. Son muchos los enfermos que han encontrado en la fe en Jesucristo fortaleza, valor y energía positiva para hacer frente a esta situación  y no caer en la depresión, sensación de abandono y soledad o desesperación por el sufrimiento, sobre todo interior y espiritual, porque para el corporal existen eficaces paliativos.

Ninguna ocupación y dedicación ha sido tan llamativa y diaria para Jesús como la atención y curación de los enfermos. En el evangelio del próximo domingo, le vemos curando a la suegra de Pedro. En cuanto le dieron noticia de su enfermedad, acudió inmediatamente a su lado, la cogió de la mano y la puso en pie. Mostró así, infinitud de veces,  su fuerza sanadora. Y que la enfermedad nos abre a otra dimensión de la vida. La medicina de Jesús es: “Tu fe te ha salvado”.