Vivimos bajo una atmósfera muy cerrada, sin ventanas a la trascendencia.
Estamos entretenidos y seducidos por la propaganda, la moda, la
marejadilla curiosa o morbosa de la vida de los otros y otras y, cómo no,
por las turbulencias o truculencias políticas que nunca faltan. Dicen que
hemos perdido el sentido de la vida. ¡Es mucho perder! No nos
planteamos ya las preguntas fundamentales: ¿Quién soy yo, qué hago
aquí en este mundo, qué finalidad tiene la vida, por qué necito amar y que
me amen…?
Por lo menos, lo hemos olvidado o dejado a un lado. Aunque es posible
que la pandemia revuelva este puchero. Leyendo, me encontré con una
respuesta de Sygmunt Bauman, ese sociólogo tan perspicaz y acertado
que ha descrito muy bien las características de la cultura de los europeos,
premio Princesa de Asturias en el año 2010, que al preguntarle la clásica
pregunta sobre cómo ser feliz hoy, responde “que –en la sociedad actual-
todas las ideas de felicidad acaban en una tienda” Y añade, el reverso de
la moneda es que , al ir a las tiendas para comprar felicidad, nos olvidamos
de otras formas de ser felices, como trabajar juntos, meditar o estudiar.
Ante el viejo dilema que nos planteó Erich Fromn en los años setenta de
“Ser o Tener”, no inclinamos por el tener…De ahí nuestra insatisfacción.
Por si nos queda un poco de valor y preocupación por el sentido de la vida,
en el evangelio del próximo domingo, Jesús nos sale al paso y nos
pregunta a bocajarro: ¿Qué buscáis? Y nos ha ce una invitación para
encontrar el verdadero sentido de la vida: ”Venid y lo veréis”. No lo dudes,
es más acertada la senda del “Ser” que la del “tener”. Y en la ser, Jesús se
lleva la palma.