“Mens sana in corpore sano”: decía ya el poeta romano Juvenal en pleno imperio romano. Sigue siendo una buena consigna. Últimamente hay un interés, a veces obsesivo, por el cuidado del cuerpo. Los fines de semana se organizan eventos deportivos que convocan a personas de todas las edades. El sábado se ha convertido en el día del deporte. Los padres, al finalizar la jornada escolar llevan a sus hijos a la práctica de futbol, kárate, baloncesto, natación…

Menos interés, incluso descuido, se pone en el cuidado del alma. Es manifiesta y lamentable la pérdida de valores y la poca educación del carácter y de los sentimientos. Y hablando del alma, es bueno recordar aquello de Calderón de la Barca, que no debiera olvidar ningún español: “el honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios”

Desgraciadamente nos abandonamos a vivir en una cultura que, aunque de raíces cristianas, se va alejando o va oscureciendo la imagen de Dios. Las ideologías contrarias, aunque minoritarias, demuestran más eficacia que la vitalidad de nuestra fe. Descuidamos la práctica dominical, la oración comunitaria y personal con Jesucristo. Acudimos a él cuando nos apura la vida. ¡Vaya hijos de Dios que somos!

En el evangelio del próximo domingo, Jesús nos pega un toque. Nos dice que tenemos que convertirnos y nos invita a seguirle. El seguimiento de Jesús es el mejor deporte para cuidar el alma. Y ya sabes, “el alma solo es de Dios”. Si el sábado el día del deporte, el domingo es el día del Señor.