“La vida te enseña muchas cosas”, solemos decir y reconocer. Jesús utilizó frecuentemente el género literario de las parábolas para anunciar la Buena Noticia. Unas  más conocidas que otras. Son escenas de la vida real que le sirven para proponernos una enseñanza. La del próximo domingo es breve y clara. Pero la enseñanza sorprende y hasta escandaliza.

Es la del padre que tiene dos hijos. Les manda ir a trabajar a la viña. El primero, el suave, dice enseguida que sí, pero no va. Es indolente y descuidado. El segundo tiene un carácter brusco, fuerte y dice no!  Es de buen corazón, se arrepiente y va. Esto, hoy como ayer, sucede hasta en las mejores familias.

Clamamos por una sociedad y una iglesia más participativa, más protagonista; una sociedad civil más viva, más sensibilizada y una iglesia “más en salida”, que saben leer la vida,  los signos de los tiempos que anuncian no solo cambios sino tsunamis. Pero apenas se reacciona, ¡sí!,  mucho lamento y wassat… y poco brazo en el arado. Es hora de superar la apatía, la acedia que dice el papa Francisco, que es  como el muérdago que anestesia el espíritu. Jesús nos provoca afirmando que no precederán los publicanos y prostitutas. ¿Tiene el Señor que llegar a estos extremos para sacudirnos y sacarnos de nuestra apatía e indiferencia?