No cesan los conflictos y las guerras. La invasión de Ucrania por el ansia de
poder y soberbia del presidente Putin de Rusia ha roto todos los esquemas y
fulminado todas las previsiones de lograr la paz en este planeta azul. Los
bombardeos que causan tantas muertes inocentes, desbaratan tantas
familias, destruyen tantos pueblos y ciudades y hacen imposible la vida
debieran hacernos pensar más y preguntarnos por qué las organizaciones
internacionales que hemos creado para lograr la paz, como la ONU, no lo
consiguen. Hay algunas reflexiones que debemos hacernos. La primera,
pensar y saber a quién elegimos para el gobierno. Aristóteles afirmaba que el
hombre de Estado debía reunir tres condiciones: amor a las leyes,
competencia en lo que atañe a su cargo y virtud y justicia adecuadas.
Cicerón añadía que debía estar dotado de integridad excepcional, lo que
significa amor a la verdad, no mentir jamás y buscar sinceramente el bien
común. Poco progresamos. Es vieja y actual la reflexión.
Nada de esto los encontramos en muchos gobernantes actuales. No
sobresalen por sus virtudes, sino por sus vicios: ambición, soberbia,
enfrentamiento, afán de poder, mentira y engaño, odio, nacionalismo,
populismo… Nuestro parlamento hoy no es un escenario de diálogo y
elaboración de leyes justas y éticas,… No es el más idóneo para alcanzar el
bien común, la solución de los problemas y la convivencia respetuosa, en
definitiva, la democracia que soñamos y anhelamos en la transición. Se
derriba lo construido, se sueltan los fantasmas del pasado.
Es necesario volver a suspirar por “la cultura de la paz”, en la que se
resuelvan los problemas por cauces dignos del ser humano. No estamos
hechos para vivir en un continuo enfrentamiento, como algunos pretenden y
practican. Tenemos obligación de crear un clima de diálogo social, de
“amistad social”, como reclama el papa Francisco en la Fratelli Tutti. Y sobre
todo, estar convencidos de que la paz se asienta principalmente en la verdad.
La mentira y el engaño engendran siempre violencia.
El próximo domingo, en el evangelio de San Juan, Jesús nos dice: “La paz os
dejo, mi paz os doy, no como la da el mundo”. Sabía lo se traía entre manos.
La paz es un don de Dios. Echa sus raíces en el corazón humano.

Por Diego