La entrevista que le concedido el papa Francisco a Carlos Herrera para esta radio COPE ha tenido una difusión universal y extraordinaria. En ella, el papa Francisco se muestra al natural. Dice lo que piensa sin someterse a los protocolos a que se ven restringidos los romanos pontífices cuando hacen manifestaciones públicas sobre problemas de la situación del mundo o  tienen que corregir y advertir sobre cuestiones doctrinales  que afectan a la fe de la Iglesia.

Adoptó un tono coloquial, cercano, contestando incluso a sus problemas de salud después de la operación que ha sufrido. Dijo lo que pensaba con sencillez y sinceridad. De esta forma barrió todos los rumores sobre su enfermedad y falsedad de su dimensión: “Ni se me había pasado por la cabeza”. Una vez más manifestó su dimensión humana que le hace más popular.

Era inevitable que se le interrogara sobre las reformas que está llevando a  cabo en la Iglesia. Él mismo dice que “algunas levantan escozor”, pero el programa que está cumpliendo es el que marcaron los cardenales en las reuniones pre-cónclave, que él no tiene nada de original y que esta explicitado en su escrito “Evangelii Gaudium”  (La alegría del Evangelio) Allí muestra su deseo de una “iglesia en salida”, no agazapada, no acobardada, no a la  espera a ver quién llama, sino abierta al mundo, con los oídos atentos a los clamores del mundo, porque sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias son las de la Iglesia,  se dijo en el Concilio Vaticano II.

El próximo domingo,  en el Evangelio de San Marcos se nos relata la trabajosa  curación del sordomudo. Jesús, antes de pronunciar su palabra, “effetá”, ábrete, le tocó los oídos y la boca.  Abrirse a los a las necesidades y angustias de los hermanos que sufren nos cuesta trabajo. El ambiente egoísta nos deja sordos. Para el papa Francisco es vital para la Iglesia curar la sordera y hablar con libertad, con lenguaje actual, que se entienda.