Lectura del santo evangelio según san Juan 14,15-21:

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la Verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros.

No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros.

El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».

Palabra del Señor

Homilía

No prima la búsqueda y el afán de manifestar y mostrar  la verdad en los tiempos en que vivimos. Abundan las medias verdades y la mentira, de tal forma que la palabra mentira sale varias veces en cualquier informativo o programa de actualidad. Tiene razón Jesús en el evangelio cuando nos dice que “el mundo no conoce la verdad”,  ni parece tener interés por ella.  La mentira es caldo de cultivo para el gregarismo y el populismo. Se ha perdido la confianza en las instituciones y en aquellos que tienen la responsabilidad de informar sobre la situación de la catastrófica enfermedad pandémica del coronavirus e incluso de la situación sociopolítica de la nación. Leer y escuchar a los medios de información produce desconcierto y hace  temer y vislumbrar un futuro difícil, convulso. Sin verdad no hay libertad, ni dignidad. La persona es por naturaleza una buscadora de la verdad. No solo buscamos la verdad científica, sino la verdad existencial del sentido de mi vida. La que responde a la gran pregunta de ¿quién soy yo? Esa es la verdad primordial.

Se difunde que la verdad es inalcanzable y que todo es relativo.  Si hay alguien de nuestro tiempo, que analizó y entendió muy bien la cultura en la que nos movemos, fue  Joseph Ratzinger, el papa emérito Benedicto XVI. Denunció insistentemente que estamos esclavos de la dictadura del relativismo “que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida de todo el propio yo y sus antojos” Lo malo y demoledor es, cuando lo que se impone, son los antojos de los que mandan. Y no el bien común

Una persona mentirosa es despreciable. Por eso, parece inconcebible que la mentira abunde últimamente  y de tantas maneras en todos los estratos sociales y se aguante  y se tolere sin una reacción más contundente.

Precisamente Jesús llama al diablo “el príncipe de la mentira”, el engañador. Si algo caracteriza a Jesús es la búsqueda de la verdad.

Jesús es el hombre verdadero que nos ilumina para encontrar lo que es bueno y discernir entre lo verdadero y lo falso. Para él la verdad no es una doctrina, no es una ideología. Nos dice que “la verdad mora en nosotros y está en nosotros” La verdad está en el interior de cada uno, es una luz, una fuerza, un aliento, tiene mucho que ver con el amor, tanto que nos acerca al misterio último que es Dios, Dios es amor. La frase más sublime y más real sobre la verdad salió de los labios de Jesús: “La verdad os hará libres” Que, a contrario,  podemos concluir nosotros, que la mentira nos hará esclavos. Analicemos la realidad que estamos viviendo. Tenemos ahora tiempo y datos suficientes para ello.

Solo la verdad podrá humanizarnos. Jesús no se dejó engañar ni por el poder de los romanos que dominaban el imperio,  ni por las trampas y engaños de los fariseos que ocultaban bajo preceptos religiosos. No adoptó falsas posturas ni apariencias, ni sucumbe a artimañas políticas. Él busca el Reino de Dios y su justicia.

Eso quiere y espera de sus discípulos. Estamos en el 6º domingo de Pascua, el anterior a la fiesta de la Ascensión a los Cielos. Jesús pretende decirnos hoy cómo podemos seguir unidos a él, que aunque vuelve al Padre porque finalizó su misión aquí “no vamos a quedar huérfanos”.  A la hora de despedirse, les promete que pedirá al Padre que les dé “el Espíritu de la Verdad”, que es esa fuerza interior, esa luz del alma, ese aliento luchador que va aumentando a medida que amamos y estrechamos la unión y  la amistad con Jesús, hasta poder decirnos que: “Yo estoy con vosotros y vosotros conmigo” Esta es la verdadera experiencia cristiana.

  El Espíritu de la Verdad nos va transformando por dentro, va dándonos criterios de valor, nos dota de la facultad de discernir lo verdadero de lo falso, lo humano de lo inhumano, lo justo de lo injusto, lo esencial de lo secundario, lo eterno de lo efímero, hasta convertirnos  en verdaderos seguidores, discípulos y testigos suyos. Los seguidores de Jesús han dejado en la historia huellas imborrables y han contribuido como nadie a la fraternidad de este mundo; muchos han dado su vida por esa verdad.  Esa es la llamada que , según el papa Francisco, hace el Señor Resucitado a su Iglesia. El mundo está enfermo de egoísmo, de explotación, de mentiras, de injusticas, de lenguaje falso y engañoso… de pecado, en definitiva, aunque nos parezca antigua la palabra, pero es la más auténtica. Por eso necesita “una Iglesia Hospital”, que cure con la verdad del amor.

Jesús nos dice también que ese Espíritu será nuestro Defensor, que nos defiende de lo que nos puede destruir  como personas y nos recuerda lo que somos y a qué y por quién estamos llamados, el que nos ilumina para aplicar en el tiempo que vivimos las enseñanzas de Jesús y saber leer el Evangelio como el libro de la vida.

Jesús nos deja con la encomienda de que tenemos que establecer  un mundo más humano, que él llama el Reino de Dios. Y para ello nos promete el Espíritu de la Verdad. Abramos el corazón para recibirlo. Lo necesitamos.

ORACIÓN

Señor, Jesús:

En este Domingo

nos das los últimos consejos

antes de tu despedida.

Nos insistes en el amor

como norma de vida.

Como sabes que no es fácil

mantenernos en esta actitud,

nos prometes que pedirás

al Padre que nos envíe

el “Espíritu Defensor”.

Necesitamos luz, fortaleza

y aliento sostenido.

Necesitamos que alguien

nos recuerde tu verdad

para que no nos desviemos

del Evangelio.

Hoy nos descubres el sublime

misterio de la vida divina

a la que nos llamas a participar.

Nos dices

Yo estoy con el Padre

y vosotros conmigo

y yo con vosotros”.

Esta es la suprema revelación

que nos haces.

Estamos llamados a vivir

esta relación contigo.

Para ir descubriéndola

y preparándola nos envías el Espíritu.

Nunca nos dejas desamparados.

Nos falta sentir y vivir

con más convicción esta experiencia

de la nueva presencia de Jesús.

Sin relación honda con Jesús

no hay ni cristiano ni iglesia.

¡Señor, confiamos en Ti!

Tú eres maestro de vida.

Nos enseñas que la verdad es el amor.

Esto es lo que de palabra y obra tenemos

que manifestar y testimoniar.

Amén.

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