El que tenga oídos para oír que oiga
En una frase evangélica de esas que se ha hecho popular. Es lo contrario a “por un oído
me entra y por otro me sale”, también muy popular y expresiva. Estamos perdiendo
capacidad de escucha en la cultura del ruido. Hasta en las tertulias políticas o
deportivas, hablan todos a la vez, el moderador se ve negro para imponer orden;
“tienen oídos y no oyen”, sentencia también el evangelio. Viene esto a cuento porque
este domingo próximo es la Fiesta de la Ascensión del Señor a los Cielos, antes también
muy popular como día de Primeras Comuniones y de ferias y festejos populares en los
pueblos de la España vacía.
En la Iglesia Universal es la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, creada
durante la celebración del Concilio Vaticano II en 1963. Este acontecimiento eclesial
hizo ver ya la importancia de los mass media. Gracias a ellos -prensa, radio y ya tv- el
Concilio llegó a todos los rincones del mundo, y profetizó y adelantó la importancia
que iban a tener en el futuro de la civilización. El papa Pablo VI en el mensaje para la 1ª
Jornada, en mayo de 1967 dijo que con, “la maravilla de las comunicaciones, la
convivencia humana adquiría nuevas dimensiones y el hombre se ha convertido en
ciudadano del mundo”.
Hoy, en opinión de muchos analistas, estos medios atraviesan un momento difícil. “Mi
visión sobre la credibilidad de los medios es muy crítica… Las causas básicamente son
dos, la banalización de los contenidos y el alineamiento político”, afirma un experto
reconocido.
También la comunicación en la Iglesia padece la misma enfermedad. En España, la
información religiosa está bajo mínimos, a no ser noticias escandalosas. Este papa es
mediático, pero para muchos sus apariciones y entrevistas levantan desconcierto y
alarma, como la que concedió a Jordi Évole (¡lo que tuve que escuchar!) o al fundador
del diario de gran tirada “La Republica” Eugenio Scalfari. Ante la lectura selectiva que
se estila, cada uno lee, oye o ve lo de su cuerda, es la única forma de llegar con el
mensaje a los indiferentes, alejados y contrarios. El mensaje de este año quiere ayudar
a curar la crisis. Es complementario del anterior que planteaba la necesidad de “ir y
ver” para contar con verdad la información. Ahora nos dice que es necesario
“escuchar”, verbo decisivo en la gramática de la comunicación. Pero añade algo
fundamental: la escucha no tiene que ver solamente con el oído, su sede es el corazón.
“Corde audire”, decía ya S. Agustín. Me suena al Principito, que lo esencial solo se ve “y
se oye” con el corazón. Es la forma de que la comunicación colabore a una humanidad
más fraterna. Cansados de enfrentamientos, necesitamos información veraz y cordial.
Con prensa así el desayuno sienta mejor.

Por Diego