NADIE ES UNA ISLA
“Nadie es una isla, completo en sí mismo…” Esta aseveración pertenece a una de las
Meditaciones del gran poeta místico inglés del XVII, John Donne y que se han hecho
famosas porque pertenecen a la dedicatoria de una de las novela novelas más
populares de E. Hemingway: “Por quién doblan las campanas”, que sin duda muchos
hemos leído en nuestros tiempos de bachillerato. De esa Meditación XVII toma el
título: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la
humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las
campanas: doblan por ti”. Hoy que todo lo estamos reduciendo a lo efímero, hasta la
muerte, es bueno releer esta reflexión. Cada vez se muere más sólo.
Vamos encaminados hacia la sociedad de la soledad, concluyen algunos sociólogos
ante el porcentaje de las personas que viven solas, unas por necesidad o elección y
otras, las más, por exclusión, abandono y carencia de compañía. Lo paradójico es que
nunca hemos tenido tantos artilugios de comunicación y fáciles de manejar y, sin
embargo el sentimiento de soledad sigue creciendo en la población española. Y lo
sorprendente es que la soledad afecta cada día más a los jóvenes que son los peritos
en las redes digitales. En estas investigaciones leo que el 80% de los ciudadanos con
edades comprendidas entre los 18 y 25 años declara “sentirse solo” (que no estarlo) y,
como dato significativo, es entre los de estudios universitarios donde más se
incrementa (67,1 %), dato que puede relacionarse por la dificultad en contar trabajo o
tener que emigrar. Lo triste es que prestamos poca atención y preocupación a estas
situaciones. En una de sus viñetas humoreaba El Roto: “No necesitáis pensar. Vivís en
una sociedad avanzada”. Asturias figura entre las comunidades autónomas con mayor
porcentaje de hogares unipersonales, el 29,7 % .
El hombre, la persona, es un “ser en relación”. Así lo define hoy la antropología
filosófica. Es un ser abierto a la comunicación, capaz de escucha y respuesta, de
diálogo, de comunión. Es más, es una criatura abierta y hasta necesitada de encuentro,
y abierta a la trascendencia, ese dinamismo que le lleva a intuir que necesita
encontrarse con Alguien que le llene y le plenifique, que colme su deseo.
El cristianismo, para esa pregunta inevitable, de quién somos y por qué somos así,
tiene la respuesta de que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Y el Dios
que nos reveló Jesús de Nazaret es Trinidad, es comunión, es relación, es familia, es
Amor, no puede no amar. Esa es su esencia e identidad. Por lo que somos y sentimos,
descubrimos quién es Él, y porque Él es así, a su semejanza somos nosotros. De ahí la
grandeza de la persona en este planeta azul. No somos una isla.