La vida es vida, defiéndela
En plenos preparativos de la Navidad, la fiesta de la vida, nos informa LNE de que en esta Asturias Patria querida “la natalidad continúa en desplome con solo 1,03 hijos por mujer”. 7.505 asturianos menos en 2018, cifra que va a ser superada con creces en este 2019.Lleva la región 35 años en caída libre, a pesar de las advertencias con las que desde hace años viene alertando el demógrafo gijonés Rafael Puyol. Tenemos los sabios en casa y no les hacemos caso. Contrasta con Israel que alcanza al 3, 7, el máximo en los últimos 45 años y que ha logrado un muy alto estándar de calidad de vida. Digo esto porque se sigue difundiendo con ahínco, principalmente por las autollamadas políticas progresistas, el mantra de que la “calidad de vida” está reñida con la promoción y defensa de la vida, es decir que
seamos pocos para vivir mejor. A la vista está la equivocación manifiesta por las consecuencias y la comprobación de lo contrario.
El problema afecta a toda la Unión Europea que, mientras el bienestar experimenta un rápido crecimiento se cierne sobre ella el fantasma del envejecimiento de su población. Los continuos informes demográficos son alarmantes. Salta intermitentemente la queja de que la población europea se muere, sin que se note una efectiva reacción política que detenga la sangría. “Las civilizaciones se suicidan, no son asesinadas” sentenció ya el historiador británico Arnold Toynbee. En uno de sus documentos, en “El evangelio de la vida”, el papa Juan Pablo II, analizando esta situación, habló de “la cultura de la muerte”. Le acusaron algunos de exagerado y tremendista. Con términos más suaves pero duramente críticos la describió el premio Nobel Vargas Llosa en “La civilización del espectáculo”, lamentando el triunfo de la frivolidad, de la banalidad de la cultura que aborrega al individuo y lo hace reaccionar de
manera gregaria, del cinismo político. Más positivo, el papa Francisco anima a fomentar la cultura de la vida que sea capaz de construir una sociedad hospitalaria y digna para todas las personas y recuerda una letanía preciosa de la Madre Teresa de Calcuta que debiéramos de recitar todos al levantarnos: La vida es una oportunidad, aprovéchala; la vida es bella, admírala; la vida es un reto, afróntalo; la vida es misterio, desvélalo… la vida es vida, defiéndela”
Levanta sospechas el contraste de las campañas furibundas a favor del aborto y la eutanasia y la apatía e indolencia ante la petición de condiciones mucho más favorables que protejan la natalidad. Es cuestión
de ideología. Se la ve como tema conservador y de matriz religiosa (familias integradas en asociaciones religiosas son las de mayor número de hijos: neocatecumenales, del Opus Dei…), o de cariz franquista.
Se pone el énfasis de que la baja natalidad y consecuente envejecimiento tendrá graves consecuencias para el sistema sanitario, la Seguridad social, pensiones, dinamismo económico… Apenas se apunta una muy importante: la soledad. Aumenta exponencialmente el número de personas que viven solas y mueren solas. Aunque algunos lo afirmen y con
cierto éxito dada su numerosa y variada población, los perros no son el remedio. En Gijón ya tienen licencia de playa y en Oviedo preparan ocho parques. No juguemos con la naturaleza. Es mejor la compañía que le asigna la Biblia cuando afirma: “No es bueno que el hombre esté solo… creced, multiplicaos””
En el último escalón del 4º domingo de Adviento, nos cuenta San Mateo su versión del nacimiento de Jesús. Dios se hace niño. Es la principal maravilla de la creación. La vida, aunque es un don de Dios, está en nuestras manos. Con la Madre Teresa: “La vida es un himno, cántalo”
Javier Gómez Cuesta.