La ética de mínimos o máximos

Crece  en la sociedad la sensación del deterioro e inestabilidad de las instituciones democráticas  y de la tolerancia  y permisividad en el incumplimiento de las leyes y compromisos políticos. Del imperio de la ley se está pasando a una indulgente anomía. Este debilitamiento de las instituciones y ninguneo de las normas de convivencia hace preguntarse a algunos sociólogos y analistas si, en este cambio de siglo,  estamos asistiendo al  deterioro y final de las democracias. De hecho hay un avance muy notable de los populismos y los partidos tradicionales sufren una crisis seria.

Se quiere ver el inicio de este posible ocaso en la revuelta de Mayo de 68 de hace cuarenta años. Esa reforma o revolución no cambió el poder, porque hasta uno de sus mayores promotores  “Dany el rojo” acabó luego votando a Macron para la presidencia de Francia,  pero sí transformó con su eslogan “Prohibido prohibir” ideas y valores morales provocando una eclosión de libertades que afectó primordialmente a la “auctoritas” de los profesores y a una nueva libérrima sexualidad.  Nada es igual en los campos de la educación y de la ética desde aquella protesta en la Universidad periférica de Nanterre que hizo temblar a la república francesa. Y que ha tenido repercusiones en todos los países europeos o mundo occidental.

El mismo papa emérito Benedicto XVI, en un sorprendente y discutido documento,  como son últimamente los suyos, sobre la Iglesia y los abusos sexuales de abril del pasada año 2019, culpa de esta grave herida que martiriza a la Iglesia a Mayo del 68: “Entre la libertades por la que la Revolución de 1968 peleó estaba la libertad sexual, una que ya no tuviera normas” No se queda aquí el sabio teólogo alemán sino que afirma que fue el Concilio Vaticano II el que cambió el fundamento de la teología moral que estaba cimentada en la ley natural, para basarla enteramente en la Biblia. Él es un acérrimo defensor de la racionalidad de los preceptos morales principales y que por lo tanto la eutanasia o el aborto no son cuestiones solamente religiosas sino que pertenecen al acervo de la ética cívica y deben ser defendidos por todos. “¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de la deliberaciones políticas?”, se preguntaba en el discurso ante el Parlamento británico y afirmaba que “son accesibles a la razón prescindiendo de la revelación” Parece evidente en la defensa de la vida humana desde el comienzo hasta el final. Pero, tristemente no lo es hoy. Las consecuencias están a la vista en el invierno demográfico que diezma a Europa.

Al renunciar a esa racionalidad es difícil llegar a una ética compartida y aceptada por todos que se ve necesaria en un mundo y sociedad globalizada. Al ser diferentes y encontradas las ideologías no es muy posible lograr acuerdos éticos. La lúcida catedrática de Ética, Adela Cortina, sabiendo que es imposible una ética de máximos y defendiendo que para la convivencia pacífica y humana es necesaria una base de comportamiento moral, se atrevió a proponer una “Ética mínima”.  No ha sido posible. El mismo famoso teólogo alemán Hans Kung lo intentó y obtuvo el mismo resultado. Sobre la ética, no de mínimos sino de máximos, que afecta a tres de los mandamientos de la Ley de Dios, habla Jesús en el evangelio del próximo domingo. Espera de nosotros no lo menos sino lo más. Los tres contienen temas de permanente actualidad: la eutanasia, el aborto, el divorcio, el adulterio y la falsedad en el hablar. El evangelio apuesta siempre por la vida, el amor y la verdad.

Javier Gómez Cuesta