La fiesta de San José es muy popular. Muchos llevan su nombre. En esta época tan de marketing comercial, se la ha asignado como “el día del padre”. Que todo sirva para dar más valor a la familia y ayudarla a ser más entrañable. Desde hace más de dos siglos, es el día del Seminario, como institución formativa de los que se preparan para el sacerdocio. Es manifiesta la relación del bueno de San José con el Seminario. Él fue el primer formador del gran sacerdote, Jesucristo. Le salió de maravilla. Jesús nos dijo que lo más importante de esta misión es la ofrenda de la vida por la salvación de los demás.
En Oviedo, tenemos el Semanario del Prau Picón inaugurado en 1954. Se educaron en él centenares de alumnos, muchos de la zona rural en la que no había instituto, aunque luego solo llegaran a recibir la ordenación una veintena de cada curso numeroso. Contribuyó a una gran labor social de la que están agradecidos.
Las vocaciones sacerdotales han disminuido alarmantemente. Se aluden diferentes causas: el preocupante descenso demográfico, la España vacía de la que provenían antes el mayor número, la acelerada y confusa descristianización, la falta de interés y cultivo familiar, la desvalorización de lo sagrado y la dimensión espiritual de la persona, el no acertar con una estimulante pastoral juvenil, la archi-publicitada y dolorosa crisis moral que atraviesa la misma Iglesia… Sin duda, es indispensable orar y pedir luz al Señor para saber discernir este signo de los tiempos difícil de entender.
El próximo domingo, en el evangelio de san Lucas se nos cuenta la parábola de “la higuera sin higos”. Es la parábola de la paciencia de Dios. Las flores se cultivan en tierra buena. La semilla de la vocación sacerdotal requiere la tierra fértil de una iglesia más evangélica y de vanguardia y de comunidades parroquiales más creativas. Dios está a la espera. Tiene paciencia.