Comenzamos un nuevo año. Con buen corazón, nos hemos deseado que sea feliz. Todos hemos de poner nuestro empeño por  alcanzar esa felicidad y esa paz. No comienza con los mejores augurios para la convivencia según los acontecimientos políticos que hemos vivido estos días en el parlamento. Hemos de resistirnos a la división y enfrentamiento de las dos Españas y cuidar de los viejos fantasmas nuestra convivencia fortaleciendo con la fe  la fraternidad. La fe es para la vida.

Aunque el marco exterior y el ambiente que respiramos tiene importancia, puedo intentar mejorar mi vida personal. Algunos se proponen dejar de fumar, practicar más deporte, ir al nutricionista o al endocrino para mejorar su alimentación, llevar una vida más ordenada…Está muy bien. Ya rezaba el viejo adagio: “mens sana in corpore sano”

Pero no basta. Hay una dimensión interior, espiritual a la que le prestamos poco atención. Y la felicidad y la paz, la serenidad, se asientan en esa estrato espiritual. Hay dos experiencias importantes que suelen tener éxito: El sentirse amado, querido. Y el descubrir que la vida tiene sentido. Las dos tienen su origen en descubrir a Dios como Padre. Es el mensaje de este próximo domingo. Como a Jesús en el Jordán te dice a ti: “Eres mi hijo/a amado” y eso siempre, ya desde tu bautismo.