Las estadísticas son ahora los augures y profecías de nuestro tiempo que
intentan marcar la pauta de nuestra vida y de nuestros gustos y
pensamientos. Uno de los datos, posiblemente fiables, que nos aportan,
es el tiempo que dedicamos a ver o utilizar las diversas pantallas de TV,
Ippad, iphone, con wassat, facebook, tuiter…. recibiendo y contestando a
los mensajes más diversos de información y de engaño, de alegría y de
tragedia, de familia y de extraños, de reflexión y de diversión, y también
de cultura y religión. Más de nueve horas nos pasamos viendo, oyendo y
tecleando estas nuevas tecnologías. Es sorprenden en qué poco tiempo se
han adueñado de nosotros.
Todo avance y progreso tiene cara positiva y negativa. Ahí es donde entra
en juego la libertad y la voluntad de cada persona.
Entre los peligros que pueden acarrear la utilización vana y excesiva está
el que olvidemos y descuidemos una de las facultades más humanas y
extraordinarias de la persona: el arte del diálogo, de conversar cara a cara,
sin artilugios. Escuchamos menos, nos escuchamos poco Ya se acusa en la
relación de la pareja en el matrimonio, en la familia con los hijos que
comen con el iphone a su lado, y en el trabajo, un lugar importante para
nuestra socialización. Con frecuencia suenan en las celebraciones de la
Iglesia y no es precisamente una llamada Dios.
También como cristianos, apenas escuchamos a Dios. Le prestamos poco
atención- Y ser cristiano, más que celebrar ritos, es escuchar a Dios. El
creyente vive escuchando a Jesús. La fe nace, se sostiene e ilumina
nuestra vida, escuchando la Palabra del Señor. Él nos dice las verdades
que merecen la pena. El próximo domingo, San Marcos nos cuenta un
pasaje asombroso de Jesús y sus discípulos en el monte Tabor, donde
escuchan la voz misteriosa de Dios: “Este es mi Hijo Amado, escuchadlo”.
La Cuaresma es un tiempo muy oportuno para escuchar más la Palabra de
Dios. El link de conexión está en tu corazón.