En la antigua Roma se distinguía entre poder y autoridad, entre “potestas” y “auctoritas” pronunciadas en el latín clásico del imperio. Esta distinción vuelve a estar de actualidad. El poder o la potestas era el poder que dimanaba del cargo que se ostentaba y que tenía visos de absoluto, podemos decir hoy que refiere el poder político y económico. La autoridad o “auctoritas” era el poder moral que se le reconocía a la persona por su honorabilidad, bonomía y ejemplaridad. Era equivalente el prestigio atribuido por sus obras.
Se invoca de nuevo este binomio porque hay sensación de abuso de la potestas y escasez de auctoritas en aquellos que la debieran ostentar y cuidar y que debiera exigirse para ejercer un cargo de gobierno en la sociedad. Una de las manifestaciones más evidentes de esta falta de auctoritas es el uso indiscriminado de la mentira social y política. Con eso de que el concepto de mentira se ha travestido al inglés en “fake news”, da la impresión de que las mentiras son bromas sin consecuencias, a pesar del mal que hacen y la manipulación a que someten.
El próximo domingo, el evangelio de San Marcos nos cuenta la primera aparición de Jesús en público en la sinagoga de Cafarnaún, una de las ciudades más importantes de la antigua Galilea. Después de hablar y explicar la Sagrada Escritura, Jesús cura a un enfermo atormentado por el mal. A la palabra anunciada le acompaña el gesto liberador. Por eso quedaron asombrados reconociendo que enseñaba con autoridad. Además de proclamar el evangelio, la Iglesia tiene que luchar con verdad contra todo mal.
En la antigua Roma se distinguía entre poder y autoridad, entre “potestas” y “auctoritas” pronunciadas en el latín clásico del imperio. Esta distinción vuelve a estar de actualidad. El poder o la potestas era el poder que dimanaba del cargo que se ostentaba y que tenía visos de absoluto, podemos decir hoy que refiere el poder político y económico. La autoridad o “auctoritas” era el poder moral que se le reconocía a la persona por su honorabilidad, bonomía y ejemplaridad. Era equivalente el prestigio atribuido por sus obras.
Se invoca de nuevo este binomio porque hay sensación de abuso de la potestas y escasez de auctoritas en aquellos que la debieran ostentar y cuidar y que debiera exigirse para ejercer un cargo de gobierno en la sociedad. Una de las manifestaciones más evidentes de esta falta de auctoritas es el uso indiscriminado de la mentira social y política. Con eso de que el concepto de mentira se ha travestido al inglés en “fake news”, da la impresión de que las mentiras son bromas sin consecuencias, a pesar del mal que hacen y la manipulación a que someten.
El próximo domingo, el evangelio de San Marcos nos cuenta la primera aparición de Jesús en público en la sinagoga de Cafarnaún, una de las ciudades más importantes de la antigua Galilea. Después de hablar y explicar la Sagrada Escritura, Jesús cura a un enfermo atormentado por el mal. A la palabra anunciada le acompaña el gesto liberador. Por eso quedaron asombrados reconociendo que enseñaba con autoridad. Además de proclamar el evangelio, la Iglesia tiene que luchar con verdad contra todo mal.
En la antigua Roma se distinguía entre poder y autoridad, entre “potestas” y “auctoritas” pronunciadas en el latín clásico del imperio. Esta distinción vuelve a estar de actualidad. El poder o la potestas era el poder que dimanaba del cargo que se ostentaba y que tenía visos de absoluto, podemos decir hoy que refiere el poder político y económico. La autoridad o “auctoritas” era el poder moral que se le reconocía a la persona por su honorabilidad, bonomía y ejemplaridad. Era equivalente el prestigio atribuido por sus obras.
Se invoca de nuevo este binomio porque hay sensación de abuso de la potestas y escasez de auctoritas en aquellos que la debieran ostentar y cuidar y que debiera exigirse para ejercer un cargo de gobierno en la sociedad. Una de las manifestaciones más evidentes de esta falta de auctoritas es el uso indiscriminado de la mentira social y política. Con eso de que el concepto de mentira se ha travestido al inglés en “fake news”, da la impresión de que las mentiras son bromas sin consecuencias, a pesar del mal que hacen y la manipulación a que someten.
El próximo domingo, el evangelio de San Marcos nos cuenta la primera aparición de Jesús en público en la sinagoga de Cafarnaún, una de las ciudades más importantes de la antigua Galilea. Después de hablar y explicar la Sagrada Escritura, Jesús cura a un enfermo atormentado por el mal. A la palabra anunciada le acompaña el gesto liberador. Por eso quedaron asombrados reconociendo que enseñaba con autoridad. Además de proclamar el evangelio, la Iglesia tiene que luchar con verdad contra todo mal.