Mucho se ha debatido sobre la bondad o carencias de los regímenes políticos de gobierno en sus formas clásicas de república o monarquía. De hecho, en Europa tenemos ejemplos de las dos formas en los países muy desarrollados. En España, en el momento de la transición se planteó la alternativa. Sobre la base de la democracia, se eligió la monarquía parlamentaria. Más que de la forma, depende de los contenidos y de la limpieza de las personas que ostenten la representación de cada uno de ellos.
¿El Evangelio es monárquico? Llama la atención el que Jesús comience su vida pública anunciando que el Reino de Dios está cerca, denominación que se repite en el Nuevo Testamento hasta 139 veces. El Reino de Dios del que nos habla Jesús tantas veces no tiene sentido político, ni geográfico, no se refiere a formas de gobierno. Es un acontecimiento, es principalmente una forma de vida y de relación entre sus seguidores y discípulos. Los signos de este Reino de Dios son que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios,… los muertos resucitan.
Se trata de poner la base de un mundo más humano, más solidario. Esa nueva forma de vida está basada en la fraternidad. No es un rey el que preside el Reino de Dios, que nos hace vasallos. Es Dios-Padre, el que nos hace hermanos. Es lo que pedimos cuando rezamos el Padre nuestro: “Padre, venga a nosotros tu Reino”
En el evangelio del próximo domingo Jesús nos dice que ese Reino, esa forma de vivir y relacionarnos la inaugura él, está ya entre nosotros, está ya en marcha y busca colaboradores voluntarios. Una nueva ocasión para seguirle y alistarnos.