La palabra en el tiempo 37

Llevamos nueve meses atemorizados y nerviosos por esta pandemia que nos ha cogido desprevenidos y que ha causado ya en Asturias un millar de muertos a los que hemos tenido que despedir en soledad y a distancia. Una oración por ellos en este mes de noviembre dedicado a la memoria de los difuntos. Nadie debiera irse de entre nosotros sin un puñado de cariño.

Llevamos nueve meses atemorizados y nerviosos por esta pandemia que nos ha cogido desprevenidos y que ha causado ya en Asturias un millar de muertos a los que hemos tenido que despedir en soledad y a distancia. Una oración por ellos en este mes de noviembre dedicado a la memoria de los difuntos. Nadie debiera irse de entre nosotros sin un puñado de cariño. Está cambiando el tenor  de nuestras vidas y la manera de relacionarnos. Tenemos que vivir vigilantes, extremando cuidados y, al mismo tiempo, nos hace plantearnos preguntas y situaciones sobre la vida que hasta ahora hemos rechazado.

Vigilantes hemos de estar, no solamente con la salud, sino también con el mundo de la política por las leyes desastrosas y desconcertantes que están promulgando. Vigilantes hemos de estar por el empobrecimiento y  enfrentamiento social y ciudadano que se está generando. Vigilantes hemos de estar por algunos insensatos  que se comportan frívolamente,  imponiendo ideologías trasnochadas.

Es el momento de la lucidez, incluso de la rebeldía,  para no dejarnos arrastrar por esos insensatos y despertar de la somnolencia de que nos lo dan todo servido en el plato. No podemos desentendernos de los problemas. El bien, lo bueno, lo justo  hay que pelearlo.

El próximo domingo comienza el Adviento, ese tiempo que prepara la Navidad, este año tan insólita. La llamada que nos hace  el evangelio es precisamente a la vigilancia para no equivocarnos de andadura. El camino es el que  lleva a Belén, el del Tamborilero de Raphael que lleva ya sonando sesenta años, y que,  a pesar de todo,  hay que cantarlo este año.