Las cosas esenciales de la vida pertenecen a nuestra dimensión espiritual. Conviene vivirlas con entusiasmo, con pasión: el amor, la familia, el noviazgo, la amistad, la misma profesión cuando uno ha tenido la suerte de poder elegir aquello que te gusta y te llena.
Entre lo esencial debe contar nuestra relación con Dios, nuestra vida de seguidores de Jesús. Todos buscamos referencias orientativas para guiar nuestra conducta y señalar nuestros valores y marcar así la hoja de ruta en la vida. Desde pequeños hemos conocido a Jesús de Nazaret y hasta nos hemos entusiasmado con él. ¿Solo vale para la infancia? ¿No merece la pena colaborar con él para hacer un mundo más humano y más fraterno? ¿No es mejor tenerle a él como ejemplo y referencia que a otros poderosos de este mundo que intentan someternos a sus ideologías e intereses? Dios nos hizo libres.
En el evangelio del próximo domingo, Jesús nos propone dos pequeñas parábolas en las que nos dice que los planes de Dios, para nosotros y para el mundo, son como un tesoro o como una perla fina. Merece la pena poner todo el entusiasmo por buscarlos y encontrarlos. La vida de todos será más digna y fraterna.