Nos desagrada. No quisieras que fuera así. Pero la realidad es que vivimos un ambiente agresivo y  de crispación.  Se palpa en el escenario del Parlamento en que los debates, incluso, en el lenguaje es poco edificante. Vemos ahí un fiel reflejo del ambiente que se respira y un mal ejemplo que incita al enfrentamiento por el mero hecho normal de pensar distinto.

Más grave y doloroso son los casos  de maltrato en la familia y el matrimonio, y sobre todo en las parejas de hecho,  que alcanza un número de víctimas preocupante. Tiene que hacernos pensar hasta dónde puede llegar la maldad de las personas.

Estos días estamos asistiendo al lenguaje soez y procaz contra las creencias religiosas de un mediático actor apoyándose en la libertad de expresión. Lo más llamativo es que algunos medios justifican esa interpretación. No solo es blasfemo, es grosero y ofensivo. ¿A esto ha llegado la libertad de expresión?

¿Qué hacer ante situaciones así?. En el evangelio del próximo domingo Jesús nos para la lengua diciendo que no vale lo  de “ojo por ojo, diente por diente”. Que no entremos en la espiral de la violencia. Al mal se le vence con el bien, al pecado con la gracia, aunque es difícil poner la otra mejilla.