El Centro de Investigaciones de la Universidad de California ha demostrado que
la virtud de la gratitud, el ser agradecido, ayuda a que la materia gris de nuestro
cerebro funcione mejor, mejorando nuestra salud física y mental y nos
convierte en personas más felices. En pocas palabras, que el agradecimiento es
la actitud precursora de la felicidad. ¡Cuánto más agradecido seas, más feliz
serás!
Tenemos motivos para ello. Desde que nos levantamos hasta que nos
acostamos estamos recibiendo favores, servicios de personas, muchas
desconocidas, que hacen de nuestra vida una experiencia gozosa y agradable.
Te levantas y desayunas. ¿Cuántas personas han colaborado a tu desayuno? El
agricultor, el molinero, el transportista, el tendero…; y la naturaleza: el sol, la
lluvia, el aire…
Estas investigaciones han concluido que las personas que se sienten más
contentas por ser agradecidas consiguen una existencia más longeva, mejores
ingresos y gratificantes relaciones. De tal manera que la “felicidad da el éxito”,
y no al revés: “el éxito da la felicidad”
EE.UU. y Canadá tienen como una de la fiestas más importantes el “Día de
Acción de gracias”, de raíces y tradición religiosa, que celebran “rezando”,
dando gracias a Dios por la vida y cenando el pavo en familia, desde el
Presidente al más pobre americano. ¡Impensable en esta España anodina y
desdibujada en la que se extirpan sus raíces!
La religión cristiana es una religión de “Acción de Gracias”. Eso es precisamente
la Eucaristía que debiéramos celebrar todos los domingos para dar gracias por la
vida, la esperanza en la vida, el sentido positivo de la vida, por amar y sentir
amor. ¡El amor es un don de Dios!
En el evangelio del próximo domingo, San Lucas nos cuenta la curación de los
diez leprosos. Solo uno se volvió a darle gracias a Jesús, el Señor. ¿No hemos
de reavivar en la Iglesia la actitud de acción de gracias, la misa dominical, y de
esta manera no caer en pesimismos, sino despertar en nosotros esa alegría
que nos hace y nos manifiesta felices?

Por Diego