En instituciones y partidos se exhibe sin pudor el mantra de la
superioridad moral: la superioridad moral de la izquierda o la superioridad
moral de la derecha. Al ver la realidad legislativa que se aprueba en los
parlamentos uno queda boquiabierto preguntando de qué moral se
trata, al ver leyes que agravan la pobreza, agrandan las colas de Cáritas; o
tan permisivas como la del aborto, la eutanasia y últimamente la tan
aberrante “ley trans” que permite con solo 14 años cambiar de género.
Hasta los psiquiatras están asustados porque es una ley de locos. Más que
superiores debiéramos todos intentar ser mejores y más humanos. Más
que soluciones de muerte, con tantos medios como contamos hoy,
debiéramos de intentar ayudar a todos a vivir y a disfrutar de la vida hasta
el último minuto.
También en la Iglesia podemos caer en la tentación de la superioridad
moral, doctrinal y pastoral en este viejo Continente Europeo con relación
a las iglesia jóvenes en países de misión. Y son ellas las que están dando
lecciones de entrega y de fidelidad a Jesucristo y al evangelio-. En África y
Asia están sufriendo una mortal persecución que las llena de mártires día
a día. Hoy mismo leo en los diarios las noticias del secuestro de un
misionero en Nigeria y la detención de cristianos en Eritrea donde el
gobierno impide a la Iglesia hasta sus actividades sociales allí tan
necesarias. Además de ayudar y colaborar con ellas en la jornada del
Domund, debiéramos de imitar su ejemplo y coraje de fe que despertara
nuestra pasividad y acobardamiento. Sigue vivo y necesario el deseo de
Jesús de que: “Seréis mis testigos”
El próximo domingo, San Lucas en su evangelio nos narra la parábola del
fariseo que se creía superior y el humilde publicano que se daba golpes de
pecho viéndose pecador. Más que superiores debiéramos sentir el deseo
de ser mejores “testigos” y defender con más entereza los valores morales
del Evangelio. Sin duda, son los más humanos; y donde otros buscan
soluciones de muerte, nosotros defendemos y creemos en la vida.