Tenemos la impresión, o mejor ya, la convicción de que estamos arrastrados a dar un cambio social incierto y desconcertante. No sabemos muy bien a qué mundo vamos y cómo será la vida en un próximo futuro. Estos días nos están atemorizando con algo tan básico y tan necesario como son las pensiones y la seguridad social. La alarmante baja de la natalidad y las crisis laborales y económicas que generan tanto paro ponen en peligro  la subsistencia digna de la última etapa de la vida. Son frecuentes los estudios analíticos que nos alertan de este cambio social. Para mí, una las afirmaciones desalentadoras es que estamos dando  un salto peligroso de los valores humanos y sociales a los hedonistas y psicologistas. Lo que importa es pasarlo bien, estar a gusto con uno mismo, lograr todos nuestros deseos como sea, y disfrutar de una libertad y autonomía sin límites , en la que la ética y la moral trascendente, católica no tiene ya cabida, está pasada. “Mi vida es mía”, es el mantra que se proclama. Quizá donde está causando mayores estragos es en la institución familiar. Se tiene mucha menos fortaleza para afrontar las dificultades de convivencia y se busca pronto, con leyes que lo facilitan, el bien personal antes que el de los demás miembros, especialmente el de los hijos. No tiene fácil comprensión ni justificación  el numero exagerado de familias que se rompen  ya en los primeros años.

A la Iglesia, este cambio social, la ha pescado con paso cambiado. No le está siendo fácil evangelizar  en esto tiempos recios. Son muchas las situaciones nuevas o que se presentan con características nuevas para las que le cuesta ofrecer una palabra alentadora e iluminadora.  Se cierra sobre sí misma, camina con paso lento y pesado. Le falta agilidad para pasar de una cultura a otra.. Por ello,  la propuesta del papa Francisco de una Iglesia en salida, una Iglesia hospital de campaña iglesia samaritana, es muy acertada

 Es la que nos describe el evangelista San Marcos en el evangelio del próximo domingo. El estilo de vida que nos propone es desafiante: “Les encargó que llevaran un bastón para el camino, pero ni alforja, ni dinero en la faja.  Y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos” Jesús, el Señor quiere una iglesia itinerante con el mundo y su cultura y, para no caer en la tentación, añade que el mundo no se arregla con poder y dinero. La ruina viene por los valores que perdemos.