¡Hola!. ¿Os acordáis de mí? Soy Clara y llevo casi un año sin contaros nada nuevo. No es que no tuviese cosas que contaros, es que tuve que hacer mucho para el cole… Vale, y también que me dio un poco de pereza.
La semana pasada estaba muy contenta por que ya estábamos de vacaciones. Y en esto me dicen mis padres que vamos a ir al pueblo del abuelo Pascual. Mi abuelo Pascual y mi abuela Marta son los que tienen una casa en el pueblo de cerca de Gijón, pero resulta que este verano se van a la casa del abuelo Pascual en León, que era donde vivía el cuando era pequeño, que la han arreglado y que la quiere disfrutar este verano. Y, claro, nosotros, como papá y mamá trabajan en Julio, pues nos iremos con ellos. Papá y mamá vendrán, los fines de semana.
Yo no hice mas que protestar: ¡A un pueblo! Sin consola, sin tele, sin mis amigos y, por semana, sin papa y mama… “el canijo” y yo solos con los abuelos. El “canijo” es mi hermano pequeño, no suelo hablar mucho de él tiene ahora 6 años recién cumplidos.
Cuando llegamos, la casa era mas bonita de lo que yo me había imaginado. Tiene dos plantas, muchas habitaciones y también un desván.
También tiene un prado en la parte de atrás, que no esta nada mal, que tiene una verja que separa de la otra casa y, por allí, hay muchas lagartijas.
Después de que el canijo y yo recorriéramos toda la casa y desesperásemos un poco a los mayores el abuelo Pascual nos dijo:
Si me traéis una lagartija os doy 5 euros. Y allá que nos fuimos. Eran de lo más difíciles de perseguir. Persiguiendo a una salimos de la casa. No penséis que nos fuimos sin permiso, que en el pueblo, como no hay peligro, tengo permiso para ir donde quiera, mientras que no salga del pueblo.
Corriendo detrás de la lagartija nos tropezamos con una niña. Nos pregunto que qué hacíamos y yo le dije que atrapar a una lagartija. Nos presentamos y ella nos dijo que se llamaba Anita. Es la más pequeña de sus hermanos, que son mucho mayores. Nos hicimos amigas enseguida y no le importa que el canijo venga con nosotras.
Anita me explico que ella sabía de una forma de cazar lagartijas y es cuando están en un sitio a la sombra.
-Aquí cerca esta la casa de mi abuela -nos dijo- y en la parte de atrás hay un lavadero. Si conseguimos que una se meta seguro que lo conseguimos.
No fue nada fácil, cuando la atrapamos era ya casi la hora de cenar. Pero allí llegamos mi hermano y yo victoriosos con nuestra lagartija. El abuelo cumplió lo prometido y nos dio el billete de 5 euros. Cuando veamos a Anita la invitaremos a un helado.
Después de cenar llego el momento de rezar y allí nos fuimos mis abuelos, mis papás, mi hermano y yo. En el salón, donde tienen al corazón de Jesús en su trono y la imagen con la virgen del Carmen, hicimos nuestra oración. Cuando me llegó el turno, di las gracias por los abuelos, por mis papas, por mi hermano, que se llama José (aunque para mi siempre será el canijo), y por la lagartija, que me había enseñado que un peregrino puede encontrar amigos allí a donde vaya.
Creo que este verano voy a vivir unas aventuras fantásticas. ¿Queréis vivirlas conmigo?