Esta semana tengo muchas cosas que contaros, el domingo a las 12 fuimos a la misa del catecismo. Normalmente, yo ya iba a misa con mis padres y mis abuelos pero me suelo distraer mucho porque no me entero de lo que pasa.

Antes de ir, mi abuela nos estuvo diciendo a Fran y a mi que nos teníamos que portar muy bien, que cuando el sacerdote explicase el evangelio había que escuchar y, luego, en el momento de la colecta, que no saliéramos del banco a pedir dinero a papá y mamá, que si queríamos dar algo que o bien se lo pedíamos antes de entrar o que habría que esperar al domingo siguiente. Nos dijo que ese era el momento para que le ofreciéramos a Jesús los esfuerzos de la semana y las cosas buenas que habíamos hecho. Que durante la consagración Jesús se hacía muy presente y que era bueno ponerse de rodillas y atender a ese momento tan especial. Y luego, mientras las personas comulgaban, que podíamos rezar un poquito a Jesús agradeciéndole todas las cosas bonitas que nos daba y pidiéndole aquello que fuera importante para nosotros.

Llegamos un poco antes y mis amigos y yo nos pusimos juntos y a mi lado se puso mi catequista. Primero ensayamos una canción y aprendimos los movimientos, el estribillo era algo así como: “Por eso estamos aquí, lalalala, conmigo puedes contar…” Era muy divertido.

Empezó la misa y yo pensaba que me iba a aburrir, pero esta vez no fue así. Antes de leer el evangelio el sacerdote nos explicó que teníamos que hacer 3 cruces: la primera en la frente, para que Dios nos libre de los malos pensamientos, la segunda en la boca, para que Dios nos libre de las malas palabras y la tercera en el pecho, para que Dios nos libre de los malos sentimientos.

El evangelio era como un cuento que Jesús le contaba a la gente, era de un señor que tenia una viña y los que se encargaban de ella eran muy malos. Yo al principio no me enteraba de nada. Pero luego el sacerdote nos puso unas imágenes y nos explicó muy bien lo que quería decir aquella historia. Vamos que entendí que la viña es este mundo y que lo que Jesús quiere es que demos fruto siendo buenos, pacientes, cariñosos, obedientes…

Luego vinieron las peticiones, las ofrendas (yo me acordé de lo que me dijo mi abuela) y después llegó la consagración. En mi parroquia, salen unos niños con unas velas para que nos demos cuenta de lo importante que es ese momento.

Cantamos el Padrenuestro unidos de las manos y luego, mientras la gente comulgaba, hubo un poco de jaleo, así que mi catequista nos explico que había que procurar estar tranquilos para que los que habían comulgado pudieran disfrutar de su momento especial con Jesús. Al final de la misa a los niños nos dieron un chupachús.

Me gustó esta misa.

Esta semana en la catequesis hablamos de que Jesús quería mucho a los niños. Y que riñó a los mayores cuando les dijeron a los niños que dejasen en paz al maestro. Y que Jesús había dicho que el que no sea como un niño no entraría en el reino de los cielos.

Yo al principio no entendí nada. Pero mi catequista nos lo explicó muy bien, nos dijo que los niños reciben las buenas noticias con alegría y eso lo quiere Dios. También nos explico que los niños confían en sus papás para todo y acuden a ellos con confianza y que Dios también quiere que acudamos a Él con confianza y entonces ya lo entendí mejor.

Hablamos de la señal de la cruz. También tuvimos un ratito para hacer oración, que es hablar con Jesús. A mi, al principio, me daba un poco de corte, pero luego le pedí por mis abuelos y mis padres para que estuvieran bien.

Cuando salíamos de la catequesis estaba mi abuela y le contamos todo. Entonces ella nos pidió que nos sentáramos en los bancos de el parque y que cerráramos los ojos.

Mirad, ahí esta Jesús con la gente enseñándoles y fijaos en esos niños, como son pequeñitos se escurren entre la multitud y llegan a donde está Jesús, ¿visteis aquel pequeñito que incluso consigue que Jesús le coja en cuello?

¡Vaya!, ahí aparece un señor muy serio y dice “no molestéis al maestro”, pero Jesús les dice: dejad que los niños se acerquen a mi por que el que no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él.

Cuando llegué a casa mis papás me ayudaron a hacer los deberes y luego cenamos juntos.

Al rezar con mis papás, le di muchas gracias a Dios por mi familia y, cuando me acosté, le dije a mi mamá que estaba muy contenta porque hoy había aprendido que Dios era como papá y mamá, pero mucho más grande, y viendo lo mucho que ellos me querían, estaba segura de que Dios nos quería muchísimo y cuidaba de nosotros cada día.

Mamá se puso muy contenta y me dio un beso. Y me dijo que tenía que seguir contándoles las cosas de la catequesis, porque así les llevaría también a casa la alegría del reino de Dios.

Por Aurora