Hola amigos esta semana los peregrinos hemos hecho muchas cosas, incluso hemos ido a un museo.
La cosa empezó a la salida de la catequesis cuando le contábamos a la abuela lo que nos había dicho nuestra catequista. En ese momento, mi abuela se sonrió y nos dijo que hoy los peregrinos íbamos a hacer unas cuantas cosas.
Lo primero de todo nos llevó a un museo que hay aquí cerquita de la parroquia, que es el museo de la casa natal de Jovellanos, y allí nos invitó a ver los cuadros y las esculturas que hay.
Hicimos un juego, ella quería que tratásemos de averiguar cosas del autor a través de sus obras.
En algunas era fácil pues eran escenas de aquí, de Asturias, y de épocas concretas. En otras, más oscuras, como un mar muy bravo, nos dimos cuenta de que el autor debía estar triste o enfadado. Algunas esculturas no las entendimos, pero vimos que a su autor le habían costado esfuerzo.
Cuando llegamos al último piso nos esperaba la sorpresa más grande de todas, una talla muy bonita de madera que tiene a mucha gente: El retablo del mar.
Fran dijo: Abuela cuanto trabajo ha hecho este hombre, cada vez que lo miro descubro algo nuevo.
Mucho cariño les tenía que tener a toda esta gente para hacer todo ese trabajo, dijo Lucía
Halaaa– exclamó Tomás. Si resulta que lo hizo dos veces, una de joven y otra de mayor, mirad lo explica aquí. Resulta que el primero se lo destruyeron. ¡Qué triste tuvo que estar!
Entonces la abuela sonrió y nos llevo a un sitio donde, el abuelo y unos amigos, estaban construyendo un belén muy grande. Y vimos con qué esfuerzo estaban haciendo las casitas, poniendo las luces. ¡Cuánto cariño le ponían!
Después, la abuela nos dijo que nos iba a llevar a contemplar la obra de arte mayor de todas y al Artista al que todos los demás imitaban.
Nos sacó otra vez a la calle y nos hizo ver el mar y las estrellas, porque ya se hacía de noche . La noche estaba muy clara y contemplar el mar en calma, las estrellas, los montes, fue muy bonito. Entonces la abuela nos dijo: el universo es la obra del artista más grande de todos, que es Dios, y que lo creó por amor y por amor a cada uno de nosotros y que, como quiere y puede, hace las cosas a lo grande.
Y no olvidéis niños que ese gran artista os quiere y os conoce y ha puesto en cada uno de vosotros unos dones maravilloso, no le dejéis solo, hablad cada noche con Él.
Al llegar a casa hablé con papá y mamá de todo esto y, entonces, me acordé de que la catequista nos había hecho un regalo, un regalo que ya es un milagro de Dios en sí: una haba. Nos dijo que si la plantábamos con nuestra familia podríamos ver como crecía. Y ver las maravillas tan grandes que hace Dios. Y la plantamos.
Cuando me daban el beso de buenas noches, después de rezar, yo le dije a mi madre que acababa de descubrir algo muy bello que Dios había hecho y que ningún artista sería capaz nunca de reproducir: La sonrisa de mi mamá y ¿sabéis qué? papá me dio la razón.