La Palabra en el Tiempo 104

El calendario del año está lleno de Jornadas Internacionales o Mundiales sobre
diferentes acontecimientos, problemas, enfermedades, situaciones del planeta,
alimentos…La mayor parte de estas jornadas han sido propuestas a la ONU o
por la ONU. Así tenemos el Día de la erradicación de la pobreza, de las víctimas
del Holocausto, la jornada de la Madre Tierra, del paludismo, del ELA, el Día del
sin-tabaco, de la libertad de prensa, de las ballenas y delfines, de la asistencia
humanitaria…. Se trata de sensibilizar y llamar la atención sobre esas cuestiones
o retos y la necesidad de colaborar para su logro o remedio.
Entre ellas no veo una jornada o día Mundial del “espíritu”, con la importancia
que tiene para vida humana de tal manera que nos identifica y nos distingue.
En el espíritu, en la vida interior, en la espiritualidad en sentido amplio está la
riqueza humana y personal. En nuestro espíritu reside la autoestima, esa
valoración que debemos tener de nosotros mismo y que dicen los sicólogos que
anda un tanto baja. Ahí también está la necesidad de trato y relación con los
demás que se concreta en la fraternidad, la amistad la solidaridad. La grandeza
de la persona se mide por la bondad de su corazón, por el espíritu que le
mueve.
El próximo Domingo es la gran cristiana de Pentecostés, la efusión del Espíritu
Santo sobre los discípulos de Jesús, que tuvo el efecto extraordinario y
calificativo de transformar a aquellos amigos miedosos encerrados en su casa,
en testigos valientes y emprender la gran gesta de sembrar el evangelio por el
mundo entero, gesta que sigue viva después de dos mil años. Nada se le puede
igualar. Todo por la fuerza del Espíritu.
Deberíamos proponer a la ONU crear la Jornada del Espíritu y festejarla este día
de Pentecostés. Hasta el nombre tiene buen marketing. El Espíritu Santo que
nos envía Jesús da sentido a nuestra vida, lo ilumina, le da esperanza y nos
revela que somos hijos de Dios, no fruto del azar, lo que eleva notablemente
nuestra autoestima. Y además enardece nuestro corazón para amar a los
demás, para colaborar en un mundo más fraterno y solidario. A la vista del
mundo en que estamos y la situación anímica que padecemos, necesitamos
urgentemente celebrar la Jornada del Espíritu. Pentecostés es su día. Lo
invocamos: “Ven Espíritu santo, llena los corazones de los fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu que renueve la faz de la tierra”.

Palabras con Silencio 16

El que tenga oídos para oír que oiga
En una frase evangélica de esas que se ha hecho popular. Es lo contrario a “por un oído
me entra y por otro me sale”, también muy popular y expresiva. Estamos perdiendo
capacidad de escucha en la cultura del ruido. Hasta en las tertulias políticas o
deportivas, hablan todos a la vez, el moderador se ve negro para imponer orden;
“tienen oídos y no oyen”, sentencia también el evangelio. Viene esto a cuento porque
este domingo próximo es la Fiesta de la Ascensión del Señor a los Cielos, antes también
muy popular como día de Primeras Comuniones y de ferias y festejos populares en los
pueblos de la España vacía.
En la Iglesia Universal es la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, creada
durante la celebración del Concilio Vaticano II en 1963. Este acontecimiento eclesial
hizo ver ya la importancia de los mass media. Gracias a ellos -prensa, radio y ya tv- el
Concilio llegó a todos los rincones del mundo, y profetizó y adelantó la importancia
que iban a tener en el futuro de la civilización. El papa Pablo VI en el mensaje para la 1ª
Jornada, en mayo de 1967 dijo que con, “la maravilla de las comunicaciones, la
convivencia humana adquiría nuevas dimensiones y el hombre se ha convertido en
ciudadano del mundo”.
Hoy, en opinión de muchos analistas, estos medios atraviesan un momento difícil. “Mi
visión sobre la credibilidad de los medios es muy crítica… Las causas básicamente son
dos, la banalización de los contenidos y el alineamiento político”, afirma un experto
reconocido.
También la comunicación en la Iglesia padece la misma enfermedad. En España, la
información religiosa está bajo mínimos, a no ser noticias escandalosas. Este papa es
mediático, pero para muchos sus apariciones y entrevistas levantan desconcierto y
alarma, como la que concedió a Jordi Évole (¡lo que tuve que escuchar!) o al fundador
del diario de gran tirada “La Republica” Eugenio Scalfari. Ante la lectura selectiva que
se estila, cada uno lee, oye o ve lo de su cuerda, es la única forma de llegar con el
mensaje a los indiferentes, alejados y contrarios. El mensaje de este año quiere ayudar
a curar la crisis. Es complementario del anterior que planteaba la necesidad de “ir y
ver” para contar con verdad la información. Ahora nos dice que es necesario
“escuchar”, verbo decisivo en la gramática de la comunicación. Pero añade algo
fundamental: la escucha no tiene que ver solamente con el oído, su sede es el corazón.
“Corde audire”, decía ya S. Agustín. Me suena al Principito, que lo esencial solo se ve “y
se oye” con el corazón. Es la forma de que la comunicación colabore a una humanidad
más fraterna. Cansados de enfrentamientos, necesitamos información veraz y cordial.
Con prensa así el desayuno sienta mejor.

Palabras con Silencio 15

¿Por qué no soy más feliz?
Es una pregunta que nos debiéramos de hacer, una cuestión humana importante que
nos debiéramos de plantear. Juntamente con el imperativo de vivir, la felicidad es uno
de los impulsos más hondos y fuertes que sentimos todos. Cosa distinta es que lo
logremos en la media que lo deseamos. No atravesamos tiempos de ideales
espirituales. Ni los místicos, ni los filósofos, ni éticos y moralistas son ahora apreciados
y escuchados. Tampoco los sociólogos-demógrafos que lanzan el grito de alerta por la
baja de la natalidad. En el II Foro de la Familia, el papa Francisco ha dicho que “La
natalidad es la verdadera emergencia social”. Es la mayor pobreza trágica que afecta a
los seres humanos en su mayor riqueza: traer vidas al mundo. Uno de los momentos
de amor más intenso de la pareja es la decisión de generar un hijo. El amor se hace
vida. En España seguimos cegados, volvemos a la trampa del aborto más fácil todavía.
Es imposible casarlo con el desafío de la natalidad. Nos engañamos en remediarla con
los perros. La ideología contra la evidencia. Hay progresismos que recuerdan “Un
mundo feliz” de A.Huxley.
La felicidad se basa en el amor que es la fuerza vital que nos mueve para todo. El
amor es mucho más que un deber que debemos cumplir o una tarea moral que nos
podemos proponer. Es la vida misma lograda o frustrada. Sin amor no se puede vivir.
Estimula lo mejor de nosotros, genera los mejores sentimientos, acrecienta lo más
positivo de nuestras facultades, nos abre a la claridad de pensamiento y
discernimiento, despierta la creatividad, hace que lo cotidiano lo vivamos de forma
positiva y ofrezcamos siempre lo primero la sonrisa.
En esta cultura del bienestar se exageran y se lamentan las exigencias y sacrificios que
comporta el amor y sobre todo el generar y educar vidas humanas; se ocultan y
pocovaloran sus efectos y consecuencias positivas. Vivir desde el egoísmo, el desamor,
la indiferencia o la insolidaridad, esteriliza la vida. Lo que significa el amor lo estamos
viendo en los sucesos de la invasión de Ucrania y lo hemos comprobado en muchos
momentos difíciles de la epidemia del covid. ¡Qué gestos de heroísmo, de humanidad,
de solidaridad! Se ha hecho verdad el axioma cristiano de que “el amor salva al
mundo”. Muchas veces tenemos que vernos en el abismo para corregir la orientación
de nuestro caminar. Es posible que vuelva a renacer en nosotros el deseo de
fraternidad o, al menos, de “amistad social”, como se apunta en la “Fratelli tutti”
Siempre se pensó que el amor era cosa divina. Fue Jesús de Nazaret el que nos
recomendó: “Amaos unos a otros, como yo os he amado”. La única forma de ser feliz.

La Palabra en el Tiempo 103

No cesan los conflictos y las guerras. La invasión de Ucrania por el ansia de
poder y soberbia del presidente Putin de Rusia ha roto todos los esquemas y
fulminado todas las previsiones de lograr la paz en este planeta azul. Los
bombardeos que causan tantas muertes inocentes, desbaratan tantas
familias, destruyen tantos pueblos y ciudades y hacen imposible la vida
debieran hacernos pensar más y preguntarnos por qué las organizaciones
internacionales que hemos creado para lograr la paz, como la ONU, no lo
consiguen. Hay algunas reflexiones que debemos hacernos. La primera,
pensar y saber a quién elegimos para el gobierno. Aristóteles afirmaba que el
hombre de Estado debía reunir tres condiciones: amor a las leyes,
competencia en lo que atañe a su cargo y virtud y justicia adecuadas.
Cicerón añadía que debía estar dotado de integridad excepcional, lo que
significa amor a la verdad, no mentir jamás y buscar sinceramente el bien
común. Poco progresamos. Es vieja y actual la reflexión.
Nada de esto los encontramos en muchos gobernantes actuales. No
sobresalen por sus virtudes, sino por sus vicios: ambición, soberbia,
enfrentamiento, afán de poder, mentira y engaño, odio, nacionalismo,
populismo… Nuestro parlamento hoy no es un escenario de diálogo y
elaboración de leyes justas y éticas,… No es el más idóneo para alcanzar el
bien común, la solución de los problemas y la convivencia respetuosa, en
definitiva, la democracia que soñamos y anhelamos en la transición. Se
derriba lo construido, se sueltan los fantasmas del pasado.
Es necesario volver a suspirar por “la cultura de la paz”, en la que se
resuelvan los problemas por cauces dignos del ser humano. No estamos
hechos para vivir en un continuo enfrentamiento, como algunos pretenden y
practican. Tenemos obligación de crear un clima de diálogo social, de
“amistad social”, como reclama el papa Francisco en la Fratelli Tutti. Y sobre
todo, estar convencidos de que la paz se asienta principalmente en la verdad.
La mentira y el engaño engendran siempre violencia.
El próximo domingo, en el evangelio de San Juan, Jesús nos dice: “La paz os
dejo, mi paz os doy, no como la da el mundo”. Sabía lo se traía entre manos.
La paz es un don de Dios. Echa sus raíces en el corazón humano.

La Palabra en el Tiempo 102

Desde los albores de la humanidad se ha considerado que el corazón es un
órgano muy importante de nuestro cuerpo. Funciona desde nuestro estado
embriológico hasta el último instante de nuestra vida. Lo solemos cuidar con
esmero por los sustos que nos puede dar. Después de cierta edad solemos
acudir periódicamente al cardiólogo para prevenir o curar disfunciones que
puedan poner en peligro el ritmo de su palpitar.
También desde los comienzos, tanto en la cultura oriental como la occidental, se
ha visto una relación esencial entre el corazón y el amor. Lo que si es cierto es
que nos preocupamos más del órgano corporal que bombea la sangre que
oxigena y nutre nuestro cuerpo que de la realidad espiritual del amor que
también es necesario y fundamental para vivir. Has tael psicoanalista Freud, de
tanta influencia en la cultura actual dijo esa sentencia que se ha hecho viral: “Si
amas sufres, si no amas enfermas”.
El amor es un misterio. Se confunde o identifica con la vida, es la vida misma.
Una vida llena de amor es una vida plena, una vida sin amor es una vida
frustrada, perdida.
La realidad hoy es preocupante. Nunca se cantó tanto al amor, es español y en
inglés y los cantautores y grupos musicales famosos y no tan famosos, reúnen a
miles y miles de jóvenes, que se arraciman a oírlos y llevan esa canciones
sonando es sus auriculares mientras caminan por la ciudad. Sin embargo, nunca
el amor ha sido tan frágil, tan individualista, tan narcisista. Tres evidencias: la
pronta ruptura de las parejas, la tensa relación de los hijos con los padres, las
desesperaciones de los adolescentes. Y se aprende a amar en la familia, se
generan las amistades en el colegio y se cultivó el amor generoso y de calidad
en las parroquias, porque el Dios cristiano es amor. Es la fuente del amor. Ahí
está su misterio. Hoy son muchos los que no beben de esta fuente. Otras
fuentes no son potables, están contaminadas.
El próximo domingo, 5º de Pascua, San Juan nos recuerda, la consigna que nos
dejó Jesús y que nos debe identificar: Que nos amemos unos a otros, pero con
amor de calidad: como el suyo. Hay que ir con el cántaro del corazón a su
fuente. La única que sacia la sed y colma la vida.

Palabras con Silencio 14 (Savia Nueva)

Oímos o leemos con frecuencia, como si fuera un mantra, que estamos en un cambio de ciclo o de era. Es notable el abismo ideológico, cultural hasta religioso entre generaciones. Sufrimos un cierto cansancio agotador. La pandemia pertinaz nos ha dado la puntilla. Y sin poder superarla, aparece un conflicto bélico por el ansia expansionista de un descerebrado que, sin poder detenerle, asola un país y descompone a Europa.
Siempre me ha hecho pensar cómo una humanidad que ha alcanzado tantos progresos y que tiene tantas universidades, que ha logrado tantos adelantos tecnológicos y tantos premios nobel y personas preparadas en todos los campos del saber humano, no sea capaz de resolver los problemas que se le presentan. Además de los señalados, tenemos planteados el cambio climático, la pobreza que avanza y la riqueza que se concentra, las migraciones incontenibles por razón de la miseria, el hambre y la violencia, la corrupción económica, la falta de seguridad, la discutida valía de políticos y gobernantes, la mentira y el engaño, la superficialidad y manipulación mediática, los conflictos religiosos por intolerancias y fanatismos… Podemos seguir.
Pero más que los problemas propios de una sociedad frágil y limitada, que para vivir tiene que luchar, desconcierta el que se vea como aplastada, desganada, apática, aguantando el chaparrón y viendo cómo pequeños grupos extremistas se hacen con el mando y el poder. Se ha emponzoñado tanto el panorama, que los que pudieran con solvencia ponerse al servicio de la “caridad política” tienen miedo, con razón, a ser aniquilados. El papa Francisco lo reconoce. Dice por ello que “es tiempo de mancharse las manos”.
Hace falta savia nueva. Para encontrarla y recuperarla se requiere una buena educación y formación. En España no somos capaces de lograr una buena ley que además de saberes imprima valores. Eso es educar. La última reforma la critican severamente, por fin, los intelectuales de diversas ramas. El ejemplo hoy es la de Finlandia. Pero no se la imita. Se oculta que una de las claves es la enseñanza religiosa que elige libremente cada familia según su creencia. Además del buen trato escolar y la esmerada preparación de los docentes, se la concibe como fuente de valores sociales y personales que redunda en la cívica y respetuosa convivencia. Otra fuente de savia nueva tiene que ser la familia, desconcertada ante la distinta mentalidad de los jóvenes y el descontrol de los adolescentes. Son llamativos los enfrentamientos de los hijos a esa edad con los padres por una libertad caprichosa, adelantada y mal administrada.
Necesitamos líderes dotados de humanidad. Jesús de Nazaret fue el más importante. Merecer la pena escucharlo y seguirlo.

La palabra en el tiempo 101

España es diferente, fue el eslogan publicitario en los años sesenta, siendo ministro el irrepetible Fraga Iribarne, para hacer propaganda del turismo con playa y sol de la nación. Se difundía en ingles por toda Europa. “Spain is different”. Tuvo mucho éxito, cambió la imagen de España. Se trataba de hacer frente a otro dicho, de nuestros vecinos chuavinistas; valiéndose de la leyenda negra, nos decían que “África comenzaba en los Pirineos”. Cincuenta años después este latiguillo ha tomado más bien un cariz negativo. Se cita aludiendo a diferencias estrambóticas o distorsionantes analizando lo que sucede en esta piel de toro con relación a otros países del entorno europeo.
Dentro de estas anomalías, podemos citar hoy lo de la enseñanza. Padeciendo uno de los mayores índices de fracaso escolar, no somos capaces de elaborar una ley que supere este problema. Puede más lo partidista e ideológico. La enseñanza más que como bien común se le utiliza como arma. La última reforma ha levantado hasta la protesta de los intelectuales, que estaban muy callados. Lo curioso es que se suele poner como ejemplo el sistema educativo de Finlandia, pero ese ejemplo no se imita. En concreto, allí se cuida la enseñanza de la religión, de todas las religiones, según la elección de las familias. Es más, se tiene como una de las claves del éxito educativo en valores sociales y personales. Aquí, cada ley reformada que sale es más restrictiva. Con los dirigentes actuales no hay esperanza de cambio. También en el área de las humanidades se sufre el mismo recorte. Sí, Spain is different.
El próximo domingo, 4º de Pascua, en el evangelio de San Juan se alude brevemente a la parábola del Buen Pastor, una imagen muy simbólica e idílica para expresar quién es Jesús para nosotros. Nos invita a escuchar su voz y luego, con libertad, a seguirle. Los que lo han hecho con fidelidad a lo largo de la historia y han recibido su enseñanza tejida de valores humanos, nos han dejado un mundo mejor.

La palabra en el tiempo 100

La quiebra de nuestros vínculos afectivos no solo afecta a la relación conyugal, cuyo balance es arduamente preocupante. Afecta también a otros amores como el de los hijos a los padres que se sienten abandonados en su ancianidad o enfermedad, incluso el de los padres a los hijos, oyendo con frecuencia relatos escalofriantes de maltrato. Perjudica también a la consistencia y calidad de nuestras amistades cada vez más tenues y pasajeras o interesadas. Y se va diluyendo nuestro amor a la Patria que se vuelve moneda de cambio para aquellos políticos que más obligados están a defenderla.
Estamos creados para amores estables y fieles si queremos de verdad buscar la felicidad en este mundo. De lo contrario se irá generando un sentimiento de soledad derivado de esas esenciales relaciones afectivas que se han vuelto tan frágiles y superficiales. Nos va carcomiendo la desazón de no poder contar con nadie ni encontrar apoyo emocional en las dificultades que sin duda se nos puedan presentar. La soledad la connotan ya como un sentimiento frecuente en la satisfecha sociedad occidental. ¡Cuántas personas viven y mueren solas!
Esta fragilidad afectiva dificulta y daña nuestra vida cristiana. La Iglesia es una fraternidad, una asamblea que se reúne cada domingo convocada e invitada por Jesucristo Resucitado. Nuestra relación con Jesucristo y con la iglesia es más importante la del corazón que la de la inteligencia o la razón. La fortaleza de los vínculos afectivos y comprometidos se han debilitado mucho. La prueba evidente es la baja práctica dominical y sacramental. La credibilidad en la iglesia está cimentada sobre todo en el amor afectivo y efectivo que brotan los dos de nuestra personal y amorosa relación con Jesucristo. Dios es amor, es la fuente del amor. Otra fuentes son engañosas
El próximo domingo, 3º de Pascua, el pasaje evangélico de San Juan lo deja claro. Jesús es un buen amigo que tiene con sus discípulos gestos entrañables. Los invita a una comida de playa donde el cuida que las brasas no se apaguen. Y a Pedro no le examina de doctrinas, sino de corazón grande

La Palabra en el tiempo 99.

¡Aleluya, aleluya!, es el canto y la exclamación de júbilo de este tiempo de Pascua de Resurrección. En su etimología significa “alabanza a Dios”, pero se ha convertido en manifestación de alegría en la liturgia católica a  lo largo de estos cincuenta días de tiempo pascual, especialmente en la música y el canto. Genial, entusiasmante, es el Aleluya del compositor alemán  Händel en su obra   El Mesías. Tan importante es esta obra y tan numerosa y universalmente interpretada,  que ha sido recogida como uno de “Los momentos estelrares de la humanidad” por el conocido escritor Stefan Zweig. Enardece y  expresa tambien la alegría popular de este acontecimiento de la Resurrección la obra del ruso Rimski Korsakof  “La Gran Pascua Rusa”.  Ojalá la escuchara hoy el cruel presidente Putin para que los auténtico sentimientos religiosos de su bautismo enterraran los del odio y terror imperialista. Y juntamente con el patriarca Kirill, con el evangelio en la mano, pidieran perdón y compensar con justicia la tragedia de Ucrania.

El mundo está vilo ante la incertidumbre de lo  que pueda pasar en el  futuro, cuando se acumula tanto poder en una persona y cuando las armas pueden causar tanto exterminio. No deja de ser una aberración el que el equilibrio de la paz se sostenga en el miedo y no en el amor. Estamos volviendo a los tiempos de la guerra fría y real, convencional.

Qué se puede decir en esta situación del acontecimiento de la Resurrección de Jesucristo. Abiertamente dos cosas: la 1ª que el mensaje de Jesús: “Amaos los unos a los otros, incluso a los enemigos”, es el único que puede salvar a  la humanidad. Y, segundo, que “los muertos resucitan”. No habría verdadera justicia si no hubiera una nueva dimensión para el hombre donde fuera posible la vida, sería el triunfo de la injusticia y la crueldad que, los que han dado la vida por la libertad de su país y por amor a los hermanos, tuviesen el mismo destino que sus asesinos, la nada y el olvido. El mundo no tendría sentido. Así lo pensó hasta la escuela materialista y marxista de Frankfurt.

El acontecimiento de la Resurrección y su mensaje de que la vida ha vencido a  la muerte es más actual que nunca. Dentro de la incertidumbre nos llena de esperanza  ¡Feliz Pascua florida y bendita!

                                   Javier Gómez Cuesta

Palabras con silencios. 09/04/2022

La cruz y los crucificados

Últimamente se han activado en algunas personas y grupos muy ideologizados actitudes contrarias a toda simbología religiosa y especialmente contra la cruz, que quieren eliminar y derruir de todo espacio público. En principio va contra la libertad religiosa. Solamente en países con regímenes autocráticos están vigor leyes que prohíban la simbología religiosa, como China, que ejerce un tira y afloja en su tolerancia, y Rusia durante el período de la represión zarista y soviética. En Lituania existe la Colina e las Cruces donde fueron llevadas las que obligaron a quitar. Algo parecido he leído que pretende una plataforma, al crear “La Pradera de las Cruces” al norte de Madrid. En Occidente ha sido un signo entendido y leído como de paz, amor y perdón. 

La cruz originariamente fue signo de castigo y martirio. Antes que en el antiguo imperio romano, la crucifixión como castigo, la utilizaron asirios y babilónicos, egipcios y persas y son los fenicios los que  la introducen en Roma en el s.III a.c. En la cruz morían, lentamente y como espectáculo vengativo, esclavos, rebeldes, criminales, penados de bajo estado social y enemigos del sistema. Era una muerte vergonzosa e indigna y por ello, en la afueras de la ciudad. Así murió Jesús de Nazaret, “el que pasó por este mundo haciendo el bien”,  acusado de ir contra el régimen teocrático judío y el imperialista romano.  Murió perdonando. Precisamente, por ser tan ignominiosa y humillante, los primeros cristianos nunca utilizaron la cruz como signo distintivo. Los iconos en las catacumbas son el pez, el cordero, el árbol, la paloma… Será a partir del s.V,  cuando se elija como signo expresivo de hasta dónde nos amó Dios en su hijo Jesucristo que entregó su vida por nosotros. Presidirá todas las iglesias, se pondrá en todas las sepulturas como señal de esperanza y la reproducirán los grandes imagineros y pintores e inspirará a los mejores músicos. El mejor arte tiene como protagonista la historia del Crucificado. De castigo atroz, el Nazareno, la convierte en el signo de amor y de perdón.   

Pero más allá de lo cultural y artístico, es posible que, ahora en Semana Santa, nos surja la pregunta de ¿cómo es posible creer en un Dios crucificado por los hombres?  Es algo revolucionario.  No es un dios lejano, abstracto; como Creador y Padre quiere estar presente donde están sus hijos, las personas y sobre todo en sus calvarios. Quiere ser el grito vivo de la injusticia, pero lleno de esperanza, de tantos y tantos  crucificados. Hoy el calvario sangrante e inhumano está en Ucrania. No es algo del pasado.

                                     Javier Gómez Cuesta

La Palabra en el tiempo 98

Estamos en las vísperas de la Semana Santa, la semana que merece más el adjetivo de religiosa, cultual, cultural, popular, turística, deportiva … y otros calificativos que se le podían añadir. Para muchos cristianos practicantes y alejados, testimoniales y nostálgicos, seguirá siendo “santa”  por lo que en ella se celebra en los templos y en las calles de muchas ciudades y pueblos de España. No tiene parangón con el modo de celebrarlo en otras naciones europeas. Sí lo hemos transmitido a la América Hispana  Conmemoramos la esencia, el cimiento, la verdad en que se fundamenta nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Y lo realizamos con una estimable combinación de lo litúrgico y las manifestaciones de devoción popular. 

Después de dos años, impedidos por la pandemia, se nota, se palpa entusiasmo  en Cofradías y Hermandades de poder sacar sus pasos devocionales y artísticos  y en los niños llevar sus palmas el Domingo de Ramos. Sin esta dimensión religiosa, será una semana más, rutinaria y plana. Si nos paramos a contar la influencia que el misterio de Cristo ha tenido en el arte, en la música, en la pintura, en las tradiciones populares, en resumidas cuenta en la vida y en el alma  de España, quedaremos admirados.  

Ningún otro acontecimiento tiene tanta fuerza de transformación que repercuta positivamente en los sentimientos y comportamientos religiosos y sociales. 

La persona necesita, cada vez más, cuidar su espíritu, la esencia de su ser , de su “yo” individual. Este semana santa y, añado, espiritual, por lo que se celebra y cómo se celebra, pueda ayudar a cultivar, ahondar,  orientar,  y sanar y curar esa dimensión tan esencial como olvidada.

El próximo domingo es Domingo de Ramos. Tiene dos momentos, el de la aclamación y procesión con las palmas y el del proclamación del relato de la Pasión del Señor, este año según el evangelista San Lucas.  Su realidad hiriente y conmovedora  es hoy  Ucrania. Allí se está volviendo a vivir el drama del Calvario. Los vemos por la tv,  allí, al rojo vivo, están los  miles de inocentes crucificados.

Palabras con silencios.

                                         El carisma femenino en la Iglesia

Uno de los eventos que constituyó  esta semana un “boom”, especialmente en los programas deportivos de la radio, ha sido el llenazo del Nou Camp para la celebración del partido de la champions femenina entre Madrid y Barcelona. 91.553 espectadores y, ¡hay que añadirlo!, espectadoras. No se ahorran calificativos. No solo ha sido algo “histórico”, sino que ha tenido “impacto mundial”. Y los goles, “de la mejor factura”. Es como si con este éxito se hubiese alcanzado el “Everest” de la promoción e igualdad de la mujer. Nada se dice de los contratos de las jugadoras. Seguro que el de Benzama y  el de la centrocampista Claudia Zornoza, que marcó el golazo espectacular, aguantan diferencias cuantitativas abismales. La igualdad económica todavía se resiste, aunque con seguridad la lograrán. La mujer  es constante.

Menos publicidad y por lo tanto,  poco conocimiento y eco difusivo, han tenido noticias recientes que suponen un avance sin igual en la responsabilidad y misión de la mujer en la Iglesia. Hace unos días, el 23 de enero, el papa Francisco confirió ministerios de lector y acólito a la mujer que la facultan a subir al altar, antes vetada. La iglesia ha sido férreamente masculina en el gobierno  y en el culto, no en su feligresía.

En la fiesta de San José, devoción muy estimada por él, por sorpresa, se hizo pública la nueva “Constitución Apostólica “Praedicate Evangelium” sobre la Curia Romana y su servicio a la Iglesia en el mundo” Trascendental documento en el que se abre la gran novedad de que los laicos, varones y mujeres, pueden recibir cargos de primera responsabilidad en el gobierno y magisterio de la Iglesia. Nueve años llevó su elaboración y los analistas dicen que, rigurosamente redactada,  no sobra ni una coma. Era el encargo de los cardenales recibido por el cardenal Bergoglio en el pre-cónclave y se cimienta en lo esencial del olvidado Concilio Vaticano II. Lo femenino cambiará el rostro de la Iglesia. Lo necesita.

Y queda por reseñar el  número muy creciente de mujeres teólogas, muchas de ellas en las cátedras de las principales Universidades. Hasta ahora solo hubo teólogos y algunas santas  escritoras, como Teresa de Jesús. La reflexión y el discernimiento del magisterio tiene ya carisma femenino.

Es curioso el pasaje del evangelio de San Juan donde escribas y fariseos, varones,  le llevan a la mujer sorprendida en adulterio. ¿Y el varón dónde quedó? Jesús no es machista. Por eso, sagazmente les increpa: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Se escabulleron uno a uno.